Estrenamos mes con un día de los Santos, día
de castañas asadas, paseos, estreno de abrigos y braseros -en mis años de
niña-, día de gachas y torrijas, día, para el pueblo, en general, de
cementerios que este día se transforma en vulgar mercadillo de culto a los
muertos.
Al poco de
fallecer mi marido, una tarde, noche ya, me detuvo un atasco casi a las puertas
del cementerio de San Rafael. En el cielo, rozado la copa de los cipreses, una
inmensa luna llena. Emocionada ante aquel espectáculo que me provocaba un
éxtasis de sentimientos, escribí lo que sigue. Es solo el repente de unos
minutos de ausencia tal que llegó el desatasco y sin darme cuenta, ni oír la
pitada de los que me seguían, escribía y escribía sin levantar la cabeza, hasta
que alguien, golpeándome la ventanilla, me gritó: ¡señora, que no está en el
wáter de su casa!
Bueno, bueno, sonrisas, lágrimas y una inmensa pitada.
Y el
escrito que, según el hombre, tendría que haber escrito en el wáter de mi casa.
FRENTE AL
CEMENTERIO
Ocho de la
tarde de un día muy frío. Atasco de coches, frente al cementerio de San Rafael.
Demasiada
noche, demasiado frío, demasiados recuerdos…
Y yo,
palpitaciones, miedos, escalofríos.
Una
lápida, flores, besos, suspiros, oraciones...
Unas
renovadas y eternas interrogante: ¿por qué él muerte? ¿por qué yo vida? ¿por
qué música, palabras... lágrimas, yo?
¿por qué
cipreses, mármoles, coronas… oscuridad, él?
De
repente, la luna, ¡siempre la luna!, grande, redonda, llena
nacía
coronando aquel mundo de tinieblas hacia el que mis ojos, desde el atasco,
miraba en éxtasis de nostalgias infinitas.
Y en mi soledad,
en mi camino negro, un surco de esperanza,
un rayo de
luz que retornaba mi rostro al sol, dejando atrás tumbas… muerte.
Sí,
reconocía la llamada del más allá en esta noche de luna de otoño llena que he
visto coronar la cabeza de todos los muertos del mundo.
Pero era
mentira: él, los muertos, no estaba allí; tan sólo la luna,
porque,
como la brisa en el pétalo de la rosa, como el néctar en finos labios de la
mariposa…él seguía latiendo fresco, vivo en el tallo de mi alma, orlando de
lunas llenas mis entrañas.
Frente al
cementerio de San Rafael. Fin de semana. En un atasco de coches, en noche de
luna llena he comprendido algo: la muerte no se lo lleva todo, la muerte, más
que le pese, no puede aniquilar el hechizo eterno del AMOR.
Reportaje del Cementerio de la Salud en Córdoba en reportaje demi hijo, Ramón Azañón Agüera
Cementerio digno de visitar por sus antiguas y artísticas panteones.
Reportaje del Cementerio de la Salud en Córdoba en reportaje demi hijo, Ramón Azañón Agüera
Cementerio digno de visitar por sus antiguas y artísticas panteones.
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