(De mi obra “Somos lo mejor que tenemos”, cuyo éxito indudable creo se debe a que no cuento cosas de
memoria, inventadas para rellenar páginas sino que hago un auténtico estriptis
de mi vida y personalidad)
No importa la apariencia, cuando nos iluminan, de fondo,
la maravillosa luz de los momentos.
Siguiendo con la autoestima
¿Es posible
-me preguntaba una chica de veinte años en una Conferencia-, de verdad, vivir a
gusto con uno mismo? ¿Qué hacer para conseguirlo?
Por mis confesiones anteriores, los lectores que me hayan
seguido, les será fácil deducir que personalmente no me ha sido nada fácil. Fui
una niña feucha, pecosa, con orzuelos, sabañones y
nariz roja en los inviernos -nada que ver con la “Shirley Temple” de mi hermana,
inmediata superior con la que era comparada constantemente-. Como divertida
anécdota, el recuerdo de aquellos monaguillos que en la puerta de la iglesia me
tiraban del velo y exclamaban: ¡tú no entras, nena, que eres muy fea!
Pero, sin ningún tipo de pedantería, os confieso, amigos,
que, hoy por hoy, no me cambiaría por nadie. No es verdad que la infancia nos marque sin posibilidad de superación-
Me gusto tal y cómo he logrado ser. Me gusta mi físico, mi manera
de pensar, de hacer y hasta de hablar y escribir, lo cual no es sinónimo de
haber alcanzado la cima, sino de que el “peldaño” diario, lo voy, con más
dificultades o con menos, vadeando de acuerdo con esa “obra” que me he propuesto
hacer de mí misma.
¡Y claro que tengo muchas, muchas limitaciones! ¡Y ya lo
creo que a veces me agreden sin compasión!, pero, sí, vivo a gusto conmigo
misma...
... porque aquella obra de arte que deseé ser, aquel tapiz
de cielo, aguas, bosques... cuyo diseño me surgió tantos años ha, con mi
esfuerzo diario, voluntad y corrigiendo, “borrando”, marcha adelante, marcha
hacia atrás, hoy puedo contemplarlo con satisfacción.
Sé que mientras me quede un instante de vida, tendré que corregir
mucho, pero he conseguido lo más
importante: liberarme de prejuicios y
gustarme tal y como soy sin cesar por ello de tratar de continuar mi escalada de superaciones..
Luego, si yo, persona en la que tanta negatividad concurrió
como evidente carrera hacia el fracaso personal, me remonté por encima de mis
muchos “depredadores”, cualquier ser
humano, desde el más profundo desastre en que se pueda ver perdido, tiene
capacidad, alas para remontarse en esta maratón de logros, hasta aceptarse,
mejorarse, gustarse, vivir, en definitiva, contento consigo mismo, porque nadie
nos va a librar de la enfermedad, del dolor, de la muerte… Luego, nosotros
somos lo mejor que tenemos, y eso hay que anteponerlo a cualquier complejo ante los demás.
Para lograrlo -¡he aquí el gran dilema!-. No creáis que, a pesar de mi
lucha, me he pasado la vida obsesionada con ello. Pero, eso sí: mi vida ha estado presidida
por un constante ser consciente, por una
parte, de lo pasajero y mudable que es
todo, y por otra, de lo maravilloso que puede resultar, cuando se viven en
profundidad y reflexión, los momentos, transcendiéndolos, interiorizándolos,
segando lo negativo y depositando en el alma lo positivo.
Con ello quiero decir que, una vida plena de amor e ilusión va
madurando en una conciencia manantial de paz que nos mantiene libres, seguros,
serenos... como los más preciados tesoros en medio de un mundo enfermo, de una
sociedad que tiembla al sólo tictac de un prejuicio, de una mirada, de una
adversidad.
Y esa fuente de salud, que es la paz de la conciencia, por
el deber cumplido con honradez, autenticidad… va configurando un perfil que no
sólo transciende a los demás, sino, lo que es más importante, revierte en
nuestro bienestar físico, y sobre todo, psíquico.
(Continuará)
No hay comentarios:
Publicar un comentario