En mi terraza. Seis de la mañana.
Una vez más, me sorprende, ¡siempre me sorprende!,
la llegada del otoño: papeles que vuelan, hojas que caen,
pájaros que emigran, humedad en el albero,
y mis pasos, cargados de nostalgia, que reverberan
tiempos de castañas asadas, de novenas, rebecas, vientos, lluvia…
Y eran nubes negras rasgadas por el centellear relampagueante
de tormentas, trisagios, apagones de luz, velas…
Pero hoy, mi presente sabe a cálido retorno d eno sé dónde
y mi alma abierta a esta magia que rocía el amanecer,
recibo la llamada del otoño, reclamo de vida,
y aspiro la fragancia de cada recuerdo que se me filtra furtivo
y se torna palabra sobre esta fría pantalla
donde mis dedos escriben,
dedos y manos que saben tanto de caricias rotas
y de amores, paraísos que nunca fueron,
manos que pretenden eternizar la soledad de los momentos.
Quisiera ser náufrago del viento,
que me llevara, lejos, filigrana de sueños
enloquecido por la luz de la madrugada,..
¡Muy lejos de este mundo que no es el mío!
Llega el otoño. ¡Llueve! ¡Sí, ya llueve!
Y mis manos y mi rostro desafían la tormenta
desde esta séptima planta, desde esta soledad
que me transmuta en cósmica y etérea.
Quiero empaparme de lluvia, como las mieses de sol en las eras.
Quiero que por mis ojos corran torrentes
que como arroyos desbordados busquen la mar inmensa
donde encontrar su destino.
Quiero que de mis labios chorreando pura ilusión y amor,
se aviente un beso y llegue, sereno y reverente, a los tuyos, amigo.
Llega el otoño, ya
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