De mi obra del mismo título
MUJER DEL CUADRO
¡Hola, hola, mujer del cuadro
que, sin perder ojo, me miras! ¿Acaso te muerdes la lengua y silencias
reproches? ¡Sí, yo sí quiero salirme de esa maldita moldura que te
envuelve, que trata de encerrar, de enmarcar, de eclipsar mi vida también!
Porque no me gusta, porque me
aprieta, me ahoga, me arruina, me consume… Me aburre.
¡Ay, ay, mujer de
mirada…! ¿Enigmática, dicen? ¿Sabes mi nombre? ¿Conoces la noria de
mis pensamientos? ¿Te dicen algo palabras como libertad, amor,
vida, muerte…? ¿Por casualidad, oyes el tic-tac del reloj de mis afanes?
¿Puedes, al menos, intuir el eco vociferante de mis nervios?
¡Y tú qué vas a saber!¡Y tú
qué vas a conocer! ¡Y tú que vas a oír!
Te conformaste con ser
pincelada de un sueño. Te acomodaste con ser mirada sin palabras. Te
ratificaste con estar ahí, sin un resuello siquiera, sin añadir ni un garabato
nuevo a ese tu gesto tan anónimo, secreto, socarrón… ¡UF…!
¡Anda, anda, deja de mirarme!
¡Suspira, iza tus labios, grita, parpadea, al menos! Pero tú no eres tan
singular, tan única, tan fría… ¡Qué va, qué va! ¡Cuántos miradas como la
tuya! Miradas frías, indiferentes, mudas, Miradas que son series, copias,
cadenas, insultos… Miradas que son olas de rencores, envidias… Miradas que se
yerguen en absurdos desafíos.
Más que te pese, me rebelo.
¡Fuera, fuera dioses que amordazan besos, que roban amores, que envenenan
deseos, que escriben mandamientos, que atosigan con infiernos…!
¡Fuera, lejos, muy lejos de
mí! Soy yo la que vivo. Soy yo la que muero…
¿No lo sabías, mujer…?
¿Gioconda te llaman? Me da igual tu nombre: no fuiste mi invento. Soy yo la que
lloro, la que canta, la que sueña, Soy yo… ¡La misma!
¿Tú? Solo eso: presencia
ausente en los arcaduces de mi vida que giran en soledad.
Bueno, tengo sueño, me voy a la cama. Buenas
noches, ¿Gioconda te llaman?
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