A mi hija Isabel María
“El maestro deja
una huella para la eternidad; nunca puede decir cuándo se detiene su influencia”.
Henry Adams, historiador estadunidense.
Un viejo marinero
me dijo un día: para ver el mar, no te detengas en la orilla. Mira hasta lo más
lejos que te alcance la vista, y allí, detente. Comprobarás que si bien, tu
mirada llega lejos, no es nada comparada con la inmensidad del océano.
Hoy, mi querida
Isabel María, cuando, con lágrimas en los ojos, me confesabas un día ya lejano
que, al alcanzar por fin tu destino en Córdoba, sientes el inmenso desgarro que
supone dejar tu escuela de tantos años, dejar a tus compañeros que, ante todo,
son amigos, dejar a esos alumnos que también casi lloran por tu despedida, pero
hoy, tu madre, puede entenderte como nadie porque, muchas veces en mi
magisterio, tuve que pasar por tan difícil trance y porque, a pesar de tus
rabietas, propias de largos días en el crudo batallar de las aulas, siempre
supe de tu amor a los alumnos, manifiesto en cada palabra, en cada gesto y
sobre todo, en cada trabajo e inquietud por lograr motivación, participación,
interés por la cultura en general y por cada uno de tus alumnos en
particular.
No obstante,
quiero decirte que la meta para nadie es una determinada situación, y menos que
para nadie, para los maestros. No te quedes en la placidez de una orilla que
puede gratificarte por ser esa maravillosa rutina a la que se accede
cómodamente. Mira hacia el horizonte y descubrirás, ¡cuán inmenso es el océano
de las expectativas y de los sueños! Más allá te esperan nuevos compañeros y,
sobre todo, nuevos alumnos cuyos nombres, sumándose en amor, harán historia en
el índice de tu vida. Índice al que te remitirás con los años y en tus oídos
renacerán ecos de esas bellas melodías que, sin palabras, te devolverán la
magia del trabajo bien hecho.
Sueña, hija,
soñadora como eres, con un mundo mejor en el que tus alumnos se sientan
ciudadanos universales, individuos capaces de sugerir, opinar, crear... Sueña
despierta y empieza ya a caminar por la nueva senda que te aguarda. Echa la
llave a tus recuerdos en ese pequeñito y querido pueblo donde has sido tan
querida y proyecta tu luz hacia ese futuro que has empezado ya, y tus huellas
en aquel pueblo, en otros centros escolares por los que ya pasaste, quedaron para la eternidad; nunca sabràs
cuándo se detiene su influencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario