Preciosas hojas en mi terraza
Atardeceres
de mi pueblo en primavera. Calles largas de sol, poseídas ya por generosa
floración de geranios y gitanillas, por algarabía de chiquillos en horas de
ocio, por piar de pájaros que sobrevuelan tejados y árboles y, como los trigos,
las cigüeñas, las amapolas, llegaban
también, cada año, con la primavera, los gitanos.
Y
llegaban con sus canastillas de mimbre y enjugaderas, con sus cacharros de
hojalata, cargados de churumbeles que,
medio en cueros, corrían por las calles graciosos y agradecidos a la caridad de
la gente.
Y
recuerdo una tarde, casi única en mi
vida: El sol en anaranjado crepúsculo declinaba dorando las piedras del viejo
puente romano. El cementerio, alargado en cipreses, ondeaba en sombra porel
río.
Y aquella niña
de diez años, escribió en la tela de su almohada, una singular frase: Quiero
ser gitana
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