DIARIO CÓRDOBA/OPINIÓN
ISABEL AGÜERA
Bastarse a sí mismo es una forma de
felicidad. Aristóteles. No obstante es bastante infrecuente que el ser humano
pierda el miedo a ser feliz, sin esperar grandes cosas de los demás. Y es por
eso que se sienta abocado, en incesante búsqueda, al remedio fácil, a la ayuda
que, a cualquier precio, pueda encontrar sin que medie, la mayoría de las
veces, ni tan siquiera amistad, profesionalidad ni, por supuesto, mera estima.
Proliferan, pues, embaucadores a los que, no obstante, hay que reconocerles un
valor: han descubierto la importancia de escuchar, de acercarse, de saberse
cálidos y hasta mágicos, y la gente sana, cura, es feliz, cuando se sabe
atendida por tales prerrogativas.
Vivimos en una sociedad que potencia el
escepticismo de seres humanos tan dados a la comunicación, al intercambio de
emociones, problemas, etc. Pero no ha lugar a tal en un mundo duro de oído a la
calidez de la palabra, porque son demasiados los ruidos interiores y ellos nos
ahogan en una especie de indiferencia absoluta hacia el otro que se nos aleja
frustrado, maltratado.
Y es que los tiempos han dado un vuelco total a la
comunicación. Y es por eso que tengamos que aprender a caminar solos y sin
lamentaciones. Y no estoy despreciando, ni mucho menos, el valor de la
compañía, ni la ayuda que nos pueda ser dada, estoy, eso sí, queriendo
transmitir mi experiencia de cómo podemos ayudarnos a nosotros mismos, sin
tener que depender, a cada paso, de la opinión, del consejo, de las palabras
del otro, que no pongo en duda su sabiduría y eficacia. Dudo, eso sí, de que
estén a punto cuando justo las necesitemos.
Hablamos a oídos sordos, somos
oídos taponados para cuantas comunicaciones se nos hagan, si no nos va en ellas
un auténtico interés personal. Y algo más sutil: si escuchamos, pocas veces, no
apostillamos hasta la mejor noticia con un, sí, pero..., pero que lleva
implícita una crítica que llegue al otro, menguando su posible felicidad.
* Maestra y
escritora
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