No hagamos leña del árbol caído,
mejor hagámonos leña con él
Hoy, lunes, sigo sin palabras desde ayer tarde.
En mi rutinario paseo al jardín, y en el recoveco de unos arriates, tapiz de adelfas en flor, divisé desde lejos a un anciano con la cabeza apoyada en las rodillas.
Me acerqué decidida a sentarme junto a él. Mi sorpresa fue, al darle las buenas tardes, ver cómo lloraba.
No, no le preunté la causa; podía resultarle una agrsión a su intimidad. Tras unos minutos de silencio, le ofrecí un caramelo: gracias guapa -dijo secándose las lágrimas con un gran pañuelo.
Y sin mediar una palabra más me despedí de él, sin cesar de repetirme: No puedo ser feliz, mientras haya un anciano o un niño que en soledad llore.
Una vez más, no buscaba nada, pero encontré una profunda reflexión: Jamás deberíamos hacer leña del árbol caído: Mejor hacernos leña con él.
1 comentario:
El respetar su intimidad pero tener el detalle de los caramelos creo que fue buenísimo. Todo un detalle
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