PADRES ANGUSTIADOS
IABEL AGÜERA
La hiperactividad y el déficit
atencional de los niños se han convertido en males de moda. Infinidad de padres
angustiados acuden a foros, psiquiatras en busca de ayuda para males que sobrepasan sus capacidades y que definen como
nerviosismo imparable e insufrible. Pero empecemos por definir brevemente la hiperactividad o lo que
es más exacto de qué hablamos cuando se diagnostica a un niño de déficit de
atención con hiperactividad.
Normalmente nos referimos a niños muy inquietos y a los que
falta la atención y concentración de forma llamativa y continuada. Pero no
confundamos la hiperactividad genética -que es un
problema del desarrollo del cerebro- con los síntomas normales en los
niños, sobre todo cuando se produce dentro de una etapa de la vida infantil
alrededor de dos o tres años, cuando por naturaleza los niños son movimiento y
juego. Tampoco el que un niño sea de temperamento nervioso e inquieto tiene que
ver mucho con la hiperactividad. La voz de alarma sobre un comportamiento
especial, suele surgir cuando se
advierte un exceso de actividad inadecuada y que va mucho más allá de los
niveles de producción normales de energía y
se traduce en falta de atención continuada, excesivo movimiento, gran
impulsividad, etc. Factores estos que no sólo entorpecen el aprendizaje sino
que exasperan a padres y profesores. Males de moda que no obstante tienen su
explicación a poco que reflexionemos sobre algunas de las más frecuentes
causas. Las nuevas tecnologías, dejándolas prácticamente reducidas a móviles y
videojuegos, más el poco tiempo que los
padres dedican a los hijos, nos dan como resultado niños desmotivados,
indiferentes a toda clase de propuestas, desinteresados por todo, nerviosos,
sin más deseo, estén jugando o pensando en las jugadas, que recluirse en sus dormitorios para seguir jugando
tranquilamente.
¡Alerta, padres! La luz roja está encendida. Vigilad,
acompañad, dedicad tiempo a los hijos: lo necesitan. Los móviles, ordenadores,
etc. son necesarios para el estudio y comunicación, pero no para que los niños
estén silenciosos, distraídos e
indiferente ante todo. No los culpemos a ellos porque somos los padres los que,
a muy temprana edad, le ponemos el móvil en las manos sin pensar que a partir
de meses, el futuro de esos niños, sin duda, será una ludopatía imparable.
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