Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

22 ene 2017

En el jardín

En el jardín la noche llega de repente. Es como si los grandes árboles se  apagaran al acorde de  místicos maitines. No obstante, me gusta quedarme un poco más  bajo la macilenta luz de unas farolas, Hoy, un año más, la hora, las fechas me han  traído a la memoria una historia que ya muchos conocéis, pero como homenaje a un hombre inédito  con el que me encontraba cada día, la repito esta noche como despedida de vosotros, mis queridos amigos.
Él, con sus pies torpes, sus infinitos achaques, sus noventa años, sus ojos pequeñitos, ensombrecidos por impenetrables cataratas, era, porque a mí así me lo parecía, el Señor del Jardín.   Aristócrata de gestos, de palabras borradas  por un evidente párkinson, colgado de una descomunal pipa, a todas horas y por cualquier atajo del jardín, aparecía   
Mi nada, destinataria de sus torpes reverencias, lo saludaba, mitigando así la fatiga de sus  ojos turbios, donde siempre rutilaba una lágrima, y con los míos pegados a los suyos como  único horizonte de la hora, lo escuchaba. Sí, entre temblores, trataba de contarme su honorable pasado. 
Una tarde, el Señor del Jardín, se fue para siempre. Alguien que paseaba, me miró y exclamó: Ya entregó la cuchara.
Era mediados de enero. Los trenes, en trepidante zig-zag cruzaban irreverentes el silencio del jardín. El señor del jardín se fue y mis paseos se tornaron hojas secas bajo mis pies, revoleteo de papeles, fuentes selladas, caminos rotos  
En el majestuoso tronco de una palmera escribí su nombre: Mariano.
Y en mi alma, una vez más:
                                       ¡Hasta luego, amigo!


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