Ya veo por mi pueblo, Villa del Río,
asomar los resplandores de la cabalgata.
Dice el cantar: renovando mis tiernas emociones / me han probado
mis muchas primaveras / que son nuestras
postreras ilusiones / iguales en frescura a las primeras.
Amigos,
buscad pequeñas ilusiones y si no las encontráis, creadlas, pero no os dejéis
caer en brazos de la desilusión. Nuestra obra está a punto para las
últimas pinceladas: las más hermosas,
las más transcendentes. Una sonrisa a la
vida, a la soledad y también, ¿por qué no? al dolor.
Mañana será tarde. Por eso, hoy, vamos a etiquetar el año
con la palabra ilusión, que la fuente sigue fluyendo. Cojamos nuestro
cantarillo y volvamos a ella.
Para empezar escribamos
nuestra carta a los Reyes Magos con la misma ilusión que aquella de nuestros
años de niños, porque lo seguimos siendo
aunque nos cubra el rostro la inevitable careta de los años.
¿Qué le vais a pedir? Yo,
salud para todos y que repartan pan, justicia, amor a los más necesitados.
Y, como ayer, arrinconada, escondida en un balcón
de mi casa del pueblo os espero, queridos Magos, A lo mejor os adelantéis y
puedo escuchar vuestra música celestial y oler el aroma
mágico de vuestro incienso y puede que hasta toque vuestro manto de estrellas celestes.
Ya
mis botas están preparadas y mi vaso de
agua y algo de comida para los camellos. ¿Para mí? un beso cuando esté dormida,
porque seguro que me despertaré con la alegría de un sueño hecho realidad y una estrella que me seguirá iluminando caminos en las más negras oscuridades, queridos reyes Magos
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