Pasaron las Navidades y hemos vuelto a la normalidad, llamada
rutina y que,no obstante es un valor escondido que solo aparece cuando nos
falta.
Repasando una de mis obras, me encontré con este relato de mis
años de niña que me ha resultado
pintoresco y divertido
Hay un pintoresco acontecimiento -digo en mi obra- que no sé exactamente si correspondía
con los días de feria, pero real, vivo lo veo y hasta hace palpitar mi corazón,
mezcla de asombro, miedo, alegría.
Me voy a referir a un hombre que sobre gigantescos zancos aparecía en el
pueblo y recorría las calles. Desde los balcones, a los que llegaba con sus
zancos, la gente mayor lo celebraba y daba alguna que otra moneda, mientras los
niños, con recelo, lo observábamos entre las faldas de nuestras madres.
En días sucesivos los niños y niñas tratábamos de imitar al gigante de
los zancos habilitando para ello, sendas latas a las que, mediante diestros
agujeros, atábamos cuerdas que, manejábamos al andar, logrando sujetar así los originales zancos a nuestros pies.
Caídas, golpes, intentos hasta lograr caminar y correr con aquellas latas dirigidas.
Juegos siempre fruto de creatividad y fantasía, algo que hoy les falta a
nuestros niños que tan solo le ofrecemos
teléfonos móviles, oredenadores, etc,
Estoy segura que rodo lo tecnológico lo abandonarían, antes unas latas
con cuerdas que le invitaran a caminar sobre ellas.
Os quiero, paisanos, y lo sabéis. Villa del Río es mi cuna, mi casa, mi
familia, mi vida…
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