UNO, dos tres...
rastros luminosos surcan el cielo en esta hora anaranjada del atardecer. En
bandadas los gorriones vuelan al bosquecillo en un punto final del día que les
llegó con la alborada. Ya hay sombras de
noche en el asfalto de la Avenida que se crece en luces de semáforos y en
espera de lunas llenas y de lluvia que lo tornen cristal, espejo mágico de
colores. Oigo el chorrito de agua, de mi fuente, de mentirijilla que en
cascadas de ángeles, corre, cae una y otra vez. Cierro los ojos y veo campos,
arroyos, niños, juegos... Y veo paisajes lejanos, mar, luna, viento... que
comparto en la calma que me ríe y que me llora.
Y es que me sigo reconociendo en un sueño imposible,
en un sueño que me vive en los adentros y que jamás nacerá porque este no es su
mundo; tampoco el mío.
Esta chispa de fuente, de agua que en el
silencio cae me trae y me lleva a ese universo de luz que cubren las estrellas.
El tiempo corre; el tiempo vuela.
Entre ayer y hoy, un suspiro, una lágrima... y ¡dos, un avión, tres...!
No quiero deshojarme en lamentos de
ocaso. Con un cálido beso quisiera
recorrer las mejillas del mundo en torrente de ternura que el tiempo quiere borrar entre días de ...ayer, mañana... hoy.
Un avión, dos,
tres... riegan de luz el cielo.
¡Qué maravilloso
repente éste! Gente que vuela con historias, con problemas, gente que ríe, que
llora… Y yo aquí levanto la mano: ¡adiós!
No, el tiempo no
pasa; sólo pasan aviones, pájaros,
nubes...
Y el chorrito de agua de mi fuente de mentira que me canta y acaricia.
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