Cuesta, tontamente, cambiar de mes y de año, al poner la fecha, pero, un
día más, un día menos para seguir caminando
sin dejar de crecer, aún soportando los
sinsabores del camino. Así es la vida y así hay que aceptarla con la mejor
sonrisa que podamos sacar y de cara a proyectar felicidad que todos buscamos y
a veces, no sabemos cómo, ni dónde encontrarla. De ahí que hoy os traiga un relato muy breve que nos sirva para reflexionar y opinar con sinceridad.
Un hombre, ansioso de felicidad, la buscaba,
la perseguía cada día en el dinero, en el poder, influencia, en la fama. Y
rastreando, oprimiendo, sobornando..., andaba inquieto de acá para allá sin
lograr acallar las mil voces de sus deseos.
Una mujer, serena, con una plácida sonrisa
que no se apeaba de sus labios, reflejo inequívoco de su felicidad, era antigua
amiga de la infancia juventud. El hombre y la mujer, tras mucho tiempo sin
verse, se encontraron un día.
El hombre al verla, exclamó: ¡caramba que bien te veo! Pareces una mujer
feliz. ¿Cuál
es tu secreto? Deseo la felicidad. La busco cada día pero, ¡qué perdida anda!
La mujer, serenamente contesto: ahí radica el secreto. Yo no salgo a
buscarla; salgo a encontrarla y, ¡vaya si la encuentro!
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