DIATIO CÓRDOBA / OPINIÓN
ISABEL AGÜERA
Si cualquier tiempo vale para ser
sorprendidos por la terrible caída en depresión, el cambio de equinoccio es un
referente más para ser presa de profundas depresiones debidas en mucho a
adaptaciones vitales de ritmos tales que, a veces, nos perturban, dejándonos
exhaustos, a merced de la astenia más absoluta, y de ahí a la depresión
prácticamente no hay nada. Sentirse deprimido es sentir que hemos caído en un
pozo profundo sin que encontremos salida posible, ya que una enorme impotencia,
desgana, hastío de todo y de todos sentimos.
La función humana es obrar y
querer, porque los músculos gobiernan la acción y el sistema nervioso provoca
automáticamente el acto volitivo. Pero hace falta que ambos estén en buen
estado, ya que de lo contrario se produce el desequilibrio, la enfermedad...
Lo profesionales, los medicamentos, la
familia pueden constituir una gran ayuda pero salir de una depresión es, ante
todo, un titánico esfuerzo personal que debe empezar por tomar conciencia de sí
mimo, esfuerzo que, por otra parte, exige un mínimo de capacidad de análisis,
algo que se obnubila totalmente, de forma que los primeros pasos habrá que darlos
de manos de la medicina.
No obstante, creo por experiencia que, en
más ocasiones de las que pensamos, no está la solución en los medicamentos,
sino en buscar por nuestros propios medios dónde y cómo se mal colocaron los
prismas que deforman nuestra realidad y cuáles las causas que los desenfocaron.
Hay que cerrar las puertas a los primeros síntomas, hay que cambiar el «no
puedo» por el «sí puedo», hay que tratar de ser conscientes de que sufrimos un
mal pasajero, y dar, como mínimo, un paso, tan sólo un paso que dará lugar a
una suma indefinida de ellos que nos devolverán a la alegría del vivir,
Difícil, mucho. De ahí que, a tiempo, aprendamos a manejar el complicado mundo
de las emociones.
* Maestra y escritora
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