DIARIO CÓRDOBA/EDUCACIÓN
Difícil de
explicar los sentimientos que me agitan cada mañana cuando, en mis paseos
habituales, contemplo la entrada de alumnos a los centros escolares. Con
dificultad puedo disimular unas lágrimas cuando los pequeños se alejan y,
perdidos entre el barullo, se vuelven a decir adiós y a arrojar besos a sus
familiares.
Algo se me remueve, y son los niños, los maestros, los padres, el ambiente
que, durante más de cuarenta años he compartido por numerosos centros de
nuestra comunidad. Es por eso que tengo la impresión de que estoy con todos y
cada uno, pero, sobre todo con los niños. Sé cómo piensan, como se sienten y sé
que lo más importante que hay que darles es interés, motivación y mucho amor.
Ellos, niños de hoy, son el futuro que debe cimentarse en ambientes de paz,
alegría, relajación..., porque de todos esos bienes carece nuestra sociedad
actual y no podemos tolerar la creación de un nuevo hombre sin que ingredientes
tan necesarios para su felicidad estén ausentes en hogares y escuelas. Ellos,
niños de hoy, a pesar de sus precocidades, hijas del progreso, siguen siendo
siempre niños. «Nada más sagrado que un niño, guardián de la eternidad en el
tiempo, ante el cual es una tremenda realidad el misterios del porvenir». Sí,
ese misterio es el que me renueva, me eleva cada mañana, lejos ya de la
práctica escolar, pero nunca lejos de las inquietudes que me provoca el futuro
de estos niños hoy, que con la inocencia a flor de piel, son víctimas de
incomprensión, manipulación, exigencias excesivas, en unos casos, y
permisividades perjudiciales en otros.
¡Cuánta inocencia! ¡Qué pena las
duras realidades que le aguardan! Pero, entretanto, recordemos que cada niño al
nacer nos trae el mensaje de que “Dios no ha perdido aún la esperanza en los
hombres», decía R. Tagore. Yo tampoco la he perdido y es por eso que, cuando
ayer mi nieto de cuatro años, y ante mi propuesta de contarle un cuento, me peguntaba: ¿el cuento
es virtual o real?, no me llevara las manos a la cabeza, sino que me detuve a
explicarle las ventajas de una cosa y de otra. No podemos dejarlos perdidos en
el laberinto de ofertas que hoy día se le sirven en bandeja.
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