DIARIO CÓRDOBA / OPINIÓN
Isabel Agüera Espejo-Saavedra
Silencio y balbuceo de los
mayores en las plazas, silencio y murmullo del agua en las fuentes, canto que
embelesa en sonoros trinos, la paz de los pueblos. De mi pueblo, Villa del Río.
Pero he aquí que uno de estos días, cuando
intervenía un oyente, los trinos de un canario irrumpieron arrolladores por las
ondas. ¿Novedad, belleza, gracia, sorpresa? Tal vez un poco de todo enmudeció y
hermanó en un escaso minuto a contertulios y oyentes.
El don precioso de la palabra –dice Barón
de Holbarch-- debe servir a los hombres para comunicarse sus pensamientos, para
socorrerse mutuamente, para transmitirse las verdades útiles, y no para destruirse
y engañarse recíprocamente. Es cierto que vivimos en una época de evolución
sorprendente en el área de los medios de comunicación, reduciéndose así las
distancias, las ideas, los tiempos… A pesar de este avance prevalece un factor
que ha sido siempre catalizador de las relaciones humanas: la palabra y el
comunicarse a través de ella es la más primitiva pero la más efectiva forma de
formar, informar socializar…
Pero la palabra hoy está devaluada, y ha
dejado de ser camino que conduzca a la verdad, para transformarse en vehículo
de radicalismos encontrados. Tal vez precisemos la voz de un simple canario
para sorprender, aunar y embellecer nuestras trilladas rutinas.
No hay espejo que mejor refleje la imagen
del hombre que sus palabras. L. Vives. H
* Maestra y escritora
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