Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

14 mar 2015

Reflexiones fin de semana



Esta preciosa tórtola arrulló mis pasos  durante más de treinta años. 
Cuando murió la enterré en una maceta de albahaca 
que florece cada primavera.


Queridos amigos y amigas: de una de mis obras  transcribo y os dedico unas reflexiones. Seamos felices en la medida que podamos y sobre todo, hagamos felices  a los demás.  Besos.

 El curso de la historia no se cambia a base de cambiar nombres a las calles y plazas, a base de perder o ganar  costumbres tradiciones, etc. sino a base de limar injusticias, equilibrar balanzas y con manos firmes, tomar el pulso a nuestra vida para comprobar si nos hemos contagiado de  alguna “arritmia”.

Un día entoné una nueva canción. ¡Lágrimas de sangre derramé!, pero era preciso que en ellas arrojará lo manido de mi espíritu y diera paso  al nuevo dios, al nuevo mundo que, con urgencia, llamaba a mi puerta. De par en par, las abrí, y hoy, con las aguas de un nuevo bautismo, puedo reconocer sus pasos por muy espesa que sea la multitud, y en ellos una exigencia: seguir caminando por la senda que marca el rumbo de una historia que precisa de humildes, pero constantes reivindicaciones.

Somos criaturas en cuyas miradas asoma el alba; somos corazón y vida por donde fluye el maravilloso ocaso de cada atardecer. Somos himno que entona sueños, mientras tejemos el sutil relámpago que cruza el cielo y lo ilumina en blanca vorágine de altura. Somos belleza y amor. Somos, y ahí radica el milagro, solitario bosque de felicidad. Despejad horizontes y veréis que al final del camino sólo existe una verdad: el amor vivido.

Los valores  que admira el necio  tan sólo son  efímero deslumbrón de una estrella fugaz que se apaga en la tierra.
Pero  la belleza, los valores que admira el sabio son  universal armonía de la que sólo se percibe una suave brisa que deja al descubierto el corazón palpitante del hombre.


Las águilas vuelan solas, y  la majestad de sus alas son, bien, causa de alarma o, simplemente, de admiración. Depende del ojo que las contemple. Pero es hermoso no ser pavesa a merced del viento, sino vuelo firme y vigorosa que se dibuja portando la antorcha ardiente  de la libertad que procede del divino Creador.

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