Para todos los padres y para tantos abuelos
que, hoy por hoy, hacen el papel de padres
Un padre, de avanzada edad, y su hijo, en el fragor
de la juventud, corrían por un parque.
El hijo, en clara y amplia ventaja, dejó muy atrás
al padre que, con grandes dificultades, trataba de hacer el circuito.
El hijo, que iba delante, tropezó con una gran
piedra hallada en medio del camino. Tras un doloroso traspiés, exclamó: ¡Maldita..! Y prosiguió su carrera.
Cuando el padre llegó al lugar donde estaba la
piedra, tropezó y cayó, lastimándose un tobillo.
No obstante, medio a rastras,
empujó y empujó a la piedra, hasta apartarla del camino. En su interior se
decía: No vaya a ser que tropiece con
ella mi hijo y se lastime.
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