DIARIOCÓRDOBA / OPINIÓN
El antropólogo Julián
Peragón dice acerca de la sabiduría: El destino de toda vida humana es ser
sabio, extraer de la experiencia un néctar que nos posibilite vivir con más
armonía en este universo que a veces se manifiesta como caos y no como cosmos.
Sabiduría, pues, es una actitud de profundo
respeto y aceptación del hecho de vivir. Pero ¿qué cualidades tiene que
cultivar la persona sabia? ¿Cómo distinguir entre el sabio y el erudito o el
charlatán? ¿Cómo reconocer en nosotros nuestras cualidades sabias? Generosidad,
rectitud, inteligencia creadora, coraje, paciencia, honestidad, perseverancia,
ecuanimidad, alegría y un montón de etcéteras que vienen a darme la razón de lo
que siempre he creído: un sabio es un mirlo blanco, alguien entre mágico,
divino y humano por el cual los ignorantes de este mundo nos sentimos
fascinados, confiados, salvados...
Pero he aquí que un buen día le perdimos el
respeto a los sabios y, ¡claro!, a la sabiduría, porque los atributos que deben
aderezar al sabio los hemos confundido con el poder, el buen nombre, el dinero,
los intereses personales... ¡Qué sé yo! Y así proliferan los sabios sin respeto
y, comité arriba, comité abajo, ya no se puede concebir una buena gestión sin
mirlos pintados de blanco y es que ya lo decía Aristóteles : los sabios tienen
las mismas ventajas sobre los ignorantes que los vivos sobre los muertos.
Ayuntamiento de mi pueblo, Villa del Río.
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