Sí, somos lo leemos que tenemos
Queridos amigos/as:
una de las obras que más satisfacciones me ha dado, y me sigue dando, a pesar
de los años transcurridos desde su publicación, es una de autoayuda –palabra
que no me gusta-, editada por Desclée de Brouwer y titulada “Somos lo mejor que
tenemos”.
Y digo que me
siento orgullosa de ella porque son muchos los correos recibidos en estos años
de gente anónima que me cuenta cómo les ha servido.
Creo que el éxito
de dicha obra radica, no en teorías buscadas para el caso, sino en experiencias
reales de vida.
De ella
selecciono algunos pensamientos cogidos al azar.
Cualquier
acontecimiento por doloroso, desgarrador
que pueda resultar, puede tener su cara positiva. Basta que miremos con lupa en
nuestro interior. Allí flamea una débil llama que bien puede extinguirse o
transformarse en antorcha permanente en nuestras vidas
Cada uno de
nosotros, si se lo propone, puede ser su mejor amigo, médico, libro, mejor psicólogo, porque, a veces, puede que
busquemos una mano y sólo encontremos un frío y
duro revés.
Parafraseando a
Shakespeare, digo: El sabio, si bien tiene
problemas, dudas, dolores... no se sienta a contemplarlos y lamentarse de ellos eternamente, el sabio, una vez que los ha
contemplado se pone mano a la obra, bien para reparar, bien para crear;
siempre para seguir caminando.
Porque de nada sirve el llorar, cuando en
nuestras manos está el “pañuelo” que puede enjugar esas lágrimas que, si bien
en ocasiones son necesarias, entregados a su voluptuosidad nos pueden robar el valor y hasta la voluntad
del cambio que precisamos en nuestras vidas.
Los seres
humanos, si bien diferentes en nuestro linaje, educación, sexo... somos
idénticos en la mayoría de sentimientos, cuando nos sacuden con fuerza las ramas del gigante árbol que somos, cuyas
raíces están arraigadas en el bosque de todos: este mundo donde nos empeñamos
en crecer a consta de que alguien nos aúpe.
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