Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera
BUSCANDO EN LA VIDA: CAPÍTULO XX
DUCHA CREATIVA
Fue
una mañana, creo que de finales de Julio. Mamá, Luci y yo tomamos el desayuno
en la cocina. Julia, la mujer de la verdura, que es como de casa, se presenta
cargada con dos grandes cestos.
-¡Buenos días, señora y la compaña! Que
aproveche. ¡Vaya día! –exclama soltando los cestos y limpiándose el sudor
del cuello y de la frente con un pañolón blanco-, Pero ... ¿qué veo? –vuelve a exclamar cuadrándose en jarra delante
de mí y mirándome de pies a cabeza -. ¡Si
ya está aquí la niña! Y vaya porque le ha sentado bien el aire de Sevilla.
¡Para mí, señora, que la pollita, si no lo ha puesto, va aponer pronto el
huevo!
Luisa
que anda por allí, suelta una fuerte risotada y Luci, como quien explota sin
poder disimular que lo sabe todo, de un golpe de tos, espurrea el café y la tostada. Mamá, correcta, pero con energía, y mirándonos a todos a la vez,
reprende:-Ya está bien de tonterías. No me
gusta que delante de los niños se hable de ciertas cosas. Acaba de llegar de
Sevilla. Ya hablaré yo con ella.
Y yo bajo la cabeza casi hasta llegar
con ella al tablero de la mesa. Me doy cuenta de que Julia ha insinuado algo
vergonzoso y prohibido con respecto a mí.
Durante aquel largo día, mamá no me volvió a
mencionar ni una palabra al respecto; pero Luci, Juana, Luisa, Anita ... todos
me miran e imitando las palabras y los gestos de Julia, sonríen.Por
la tarde, mamá me llama a su dormitorio. –No puedo olvidar aquella escena -.
Cierra la puerta, se sienta en una descalzadora, delante del baúl abierto, saca
una prenda, que yo jamás me he atrevido a mirar en los tendederos, ni en la
canastilla de la costura de Jerónima, y en tono solemne y despectivo a la vez,
exclama:
-Toma un justillo –un aplastamontañas le
llamaba Luci; una especie de corselete cruzado por delante y por detrás de
forma, que el pecho quedaba entablillado-. Ya
eres una mujer. Póntelo y procura apretártelo bien para que no se te señale el
pecho. Eso es una cosa muy fea que una mujer decente debe ocultar.
En
mis manos frías y temblorosas, como si fuera algo horrible, el justillo. Durante unos instantes, silencio en el
dormitorio de mamá. ¡Qué vergüenza! Después el chirriar de las bisagras del
baúl que se cierra, y el golpe de la llave en la cerradura. Afuera, en la calle, ruido de la gente, detrás de la puerta, una
canción desentonada de Luisa que friega la galería: cuando yo te digo adiós en la
ventana, pienso en mañana... Salgo del dormitorio. Bajo la escalera de
la cocina. No hay luz. Por una ventana alta de cristales rotos, que da a la
despensa, entra resplandor. En el descanso de en medio, junto al tragaluz de la
carbonera, me siento a llorar. Unas
palabras de Llolla a mi regreso, me viene a la cabeza:
-¡Ya soy mujer! Y cunado estoy con
eso, no puedo correr, ni comer helados, ni bañarme...
Luisa
sigue cantando: es mejor vivir la vida
alegremente, que tristemente, en ti pensar... En la cocina se oye un
estrépito de platos. Después, el largo maullido de un gato y el refunfuñar de
Juana que suelta rabiosa una escoba. Unos pasos por la galería me asustan.
¡Alguien viene! Escondo el justillo debajo del brazo. Termino de bajar aquel
trozo de escalera. Atravieso el pasillo de la cocina, donde Juana sigue
hablando sola y salgo al jardín.Es
ya de noche. Sombras de los rosales, frescos de los arriates regados, olor a
dama de noche, a dompedros, a jazmines... Corro a esconderme en el cuarto de
pila; nadie podrá encontrarme en aquel negro y lejano callejón. Allí, sentada
en el poyete, junto al pilón, casi mecánicamente. contemplando aquella tira de
cielo azulón y estrellado, comienzo a desabrochar despacio, muy despacio, los
botones de mi batita de percal. Luego, más despacio todavía, como si el calor
de mi mano descubriese una dulce caricia, bajo de mis hombros, los tirantes
flojos de mi camisa. De pronto, noto que un tibio bostezo, se estrella en mi
cuerpo desnudo: ¡es el aire del anochecer! Siento alegría y quietud. Apoyo la
cabeza sobre la pared, una pared blanda que se desmorona. Migajas de tierra
hormiguean por mi espalda, Me encojo,
sin querer, al hacerlo, cruzo los brazos por delante del pecho, apretando mis
manos debajo de las axilas: ¡Es real y palpable el abultamiento de mis senos!
No hay comentarios:
Publicar un comentario