Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

26 jun 2020

BUSCANDO EN LA VIDA: CAPÍTULO XX

DUCHA  CREATIVA

Fue una mañana, creo que de finales de Julio. Mamá, Luci y yo tomamos el desayuno en la cocina. Julia, la mujer de la verdura, que es como de casa, se presenta cargada con dos grandes cestos.
-¡Buenos días, señora y la compaña! Que aproveche. ¡Vaya día! –exclama soltando los cestos y limpiándose el sudor del cuello y de la frente con un pañolón blanco-, Pero ... ¿qué veo? –vuelve a exclamar cuadrándose en jarra delante de mí y mirándome de pies a cabeza -. ¡Si ya está aquí la niña! Y vaya porque le ha sentado bien el aire de Sevilla. ¡Para mí, señora, que la pollita, si no lo ha puesto, va aponer pronto el huevo!
Luisa que anda por allí, suelta una fuerte risotada y Luci, como quien explota sin poder disimular que lo sabe todo, de un golpe de tos, espurrea el café y  la tostada. Mamá, correcta, pero con energía, y mirándonos a todos a la vez, reprende:-Ya está bien de tonterías. No me gusta que delante de los niños se hable de ciertas cosas. Acaba de llegar de Sevilla.  Ya hablaré yo con ella.
Y yo bajo la cabeza casi hasta llegar con ella al tablero de la mesa. Me doy cuenta de que Julia ha insinuado algo vergonzoso y prohibido con respecto a mí.
 Durante aquel largo día, mamá no me volvió a mencionar ni una palabra al respecto; pero Luci, Juana, Luisa, Anita ... todos me miran e imitando las palabras y los gestos de Julia, sonríen.Por la tarde, mamá me llama a su dormitorio. –No puedo olvidar aquella escena -. Cierra la puerta, se sienta en una descalzadora, delante del baúl abierto, saca una prenda, que yo jamás me he atrevido a mirar en los tendederos, ni en la canastilla de la costura de Jerónima, y en tono solemne y despectivo a la vez, exclama:
-Toma un justillo –un aplastamontañas le llamaba Luci; una especie de corselete cruzado por delante y por detrás de forma, que el pecho quedaba entablillado-. Ya eres una mujer. Póntelo y procura apretártelo bien para que no se te señale el pecho. Eso es una cosa muy fea que una mujer decente debe ocultar.
En mis manos frías y temblorosas, como si fuera algo horrible, el justillo. Durante unos instantes, silencio en el dormitorio de mamá. ¡Qué vergüenza! Después el chirriar de las bisagras del baúl que se cierra, y el golpe de la llave en la cerradura. Afuera, en la calle, ruido de la gente, detrás de la puerta, una canción desentonada de Luisa que friega la galería: cuando yo te  digo adiós en la ventana, pienso en mañana...  Salgo del dormitorio. Bajo la escalera de la cocina. No hay luz. Por una ventana alta de cristales rotos, que da a la despensa, entra resplandor. En el descanso de en medio, junto al tragaluz de la carbonera, me siento a llorar. Unas palabras de Llolla a mi regreso, me viene a la cabeza:
-¡Ya soy mujer! Y cunado estoy con eso, no puedo correr, ni comer helados, ni bañarme...
Luisa sigue cantando: es mejor vivir la vida alegremente, que tristemente, en ti pensar... En la cocina se oye un estrépito de platos. Después, el largo maullido de un gato y el refunfuñar de Juana  que suelta rabiosa una escoba. Unos pasos por la galería me asustan. ¡Alguien viene! Escondo el justillo debajo del brazo. Termino de bajar aquel trozo de escalera. Atravieso el pasillo de la cocina, donde Juana sigue hablando sola  y salgo al jardín.Es ya de noche. Sombras de los rosales, frescos de los arriates regados, olor a dama de noche, a dompedros, a jazmines... Corro a esconderme en el cuarto de pila; nadie podrá encontrarme en aquel negro y lejano callejón. Allí, sentada en el poyete, junto al pilón, casi mecánicamente. contemplando aquella tira de cielo azulón y estrellado, comienzo a desabrochar despacio, muy despacio, los botones de mi batita de percal. Luego, más despacio todavía, como si el calor de mi mano descubriese una dulce caricia, bajo de mis hombros, los tirantes flojos de mi camisa. De pronto, noto que un tibio bostezo, se estrella en mi cuerpo desnudo: ¡es el aire del anochecer! Siento alegría y quietud. Apoyo la cabeza sobre la pared, una pared blanda que se desmorona. Migajas de tierra hormiguean por mi espalda,  Me encojo, sin querer, al hacerlo, cruzo los brazos por delante del pecho, apretando mis manos debajo de las axilas: ¡Es real y palpable el abultamiento de mis senos! 

No hay comentarios: