En el jardín lo recordaba en
cada paso, en cada árbol, cuya sombra habíamos
compartido, en bellas poesías que elevaban nuestro espíritu a dimensiones de
amor y belleza, y lo recordaba en cada
mirada de horizontes y sueños perdidos.
No soportaba el peso de aquella
ausencia, que me dolía en el alma, ni el vacío de aquellas florecillas que él
cada día depositaba en mis manos, ni el silencio de la hora que sólo rompía el
súbito y fugaz paso de trenes...
Pero él, en un soplo de palabras que aventaba el suave fresco de la
mañana, me dijo un día: la tristeza es un muro entre dos jardines. Si alguna
vez te sientes triste, sola... derriba el muro y volveremos a encontrarnos.
Solo nos puede separar el muro del olvido.
Y, apartando la hojarasca de
pensamientos negros, golpeando fuerte en el muro de los recuerdos, en un soplo
de palabras que aventaba el suave fresco de la mañana, encontré respuesta: No, no estoy sola en el jardín; he vuelto a
encontrarte. Dejaste huellas en el albero de estos caminos. Sí, la
poesía sigue viva en el mundo. ¡Ya, ya
pongo mis pasos sobre ella! ¡Ya, ya vuelvo a caminar ligero! Ya te he recuperado
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