Muchas veces, y desde estás
mismas páginas, he dedicado mis mejores
palabras, mis más bellos recuerdos para homenajear a las madres en general y a
la mía en particular, una vez más, la canción de Machín me emociona
profundamente: aunque amores yo tenga
en la vida, como el tuyo no lo habido ni
lo habrá. Pero con esta ocasión, no
quiero emocionarme con el recuerdo de mi madre, mujer de jazmines, rezos,
libros y sueños. No, hoy mis sentidas
palabras tienen como destino homenajear a una mujer inédita, más allá del
ámbito familiar, como tantas y tantas otras, una mujer, una madre, una abuela,
una amiga, un ser humano excepcional que se nos fue de este mundo sin hacer
ruido.
No obstante su
vida, su enfermedad, su muerte, un ejemplo de amor, entrega, preocupación por
todos. Jamás se apeó de sus labios una amable sonrisa, jamás una queja, jamás
una exigencia.Tenía noventa y cuatro años, pero lúcida, serena, humilde se
apagó, dejando tras ella, y en el corazón de cuantos la conocimos, el más
cálido rescoldo que como eterna sinfonía seguirá presente, vivo en nuestros
mejores recuerdos.
Hace muchos años
ya que la conocí. Siempre me llamó la atención de ella su gran humanidad, su
educación, su apertura atenta siempre a los problemas de todos… Sí, valores muchos
pasados de moda, perdidos por una sociedad que sólo se mira a sí misma sin
tener en cuenta los sentimientos, las dificultades, el amor que precisan los
demás para seguir viviendo.
Es por todo esto
que, desde el primer momento, la sentí como parte privilegiada de mi misma
familia, y es por todo esto, y por mucho más, por lo que hoy me uno a esta mi familia y digo:
Sí, madrecita del alma querida, te lloran tus
maravillosas hijas, Carmen Y María, ejemplo inenarrable de honradez, trabajo,
honestidad… entrega, y te lloran tus
nietos, nietas y hasta tu pequeña y preciosa bisnieta, que conocieron y
saborearon tus muchas mieles y te
lloran vecinos y amigos, testigos de tan
maravillosa bondad, y te lloro yo en
este atardecer otoñal en el que nos hemos reunido para rendirte un último adiós
que jamás será definitivo, mientras el mundo sigue en superficialidades y
grandezas, sin saber que ha perdido a una
mujer cuyo nombre bien podía escribirse en el libro Guinness de los récords como ser humano descollante en valores. Desde dónde estés,
échanos tu mano y espéranos, porque pronto, muy pronto, volveremos a estar
contigo.
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