Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

1 may 2016

Madrecita del alma


 Muchas veces, y desde estás mismas páginas, he dedicado  mis mejores palabras, mis más bellos recuerdos para homenajear a las madres en general y a la mía en particular, una vez más, la canción de Machín me emociona profundamente:  aunque amores yo tenga en  la vida, como el tuyo no lo habido ni lo habrá. Pero con esta ocasión, no quiero emocionarme con el recuerdo de mi madre, mujer de jazmines, rezos, libros  y sueños. No, hoy mis sentidas palabras tienen como destino homenajear a una mujer inédita, más allá del ámbito familiar, como tantas y tantas otras, una mujer, una madre, una abuela, una amiga, un ser humano excepcional que se nos fue de este mundo sin hacer ruido.
No obstante su vida, su enfermedad, su muerte, un ejemplo de amor, entrega, preocupación por todos. Jamás se apeó de sus labios una amable sonrisa, jamás una queja, jamás una exigencia.Tenía noventa y cuatro años, pero lúcida, serena, humilde se apagó, dejando tras ella, y en el corazón de cuantos la conocimos, el más cálido rescoldo que como eterna sinfonía seguirá presente, vivo en nuestros mejores recuerdos.
Hace muchos años ya que la conocí. Siempre me llamó la atención de ella su gran humanidad, su educación, su apertura atenta siempre a los problemas de todos… Sí, valores muchos pasados de moda, perdidos por una sociedad que sólo se mira a sí misma sin tener en cuenta los sentimientos, las dificultades, el amor que precisan los demás para seguir viviendo.
Es por todo esto que, desde el primer momento, la sentí como parte privilegiada de mi misma familia, y es por todo esto, y por mucho más, por lo que hoy  me uno a esta mi familia   y digo:
 Sí, madrecita del alma querida, te lloran tus maravillosas hijas, Carmen Y María, ejemplo inenarrable de honradez, trabajo, honestidad…   entrega, y te lloran tus nietos, nietas y hasta tu pequeña y preciosa bisnieta, que conocieron y saborearon tus muchas mieles y  te lloran  vecinos y amigos, testigos de tan maravillosa bondad,  y te lloro yo en este atardecer otoñal en el que nos hemos reunido para rendirte un último adiós que jamás será definitivo, mientras el mundo sigue en superficialidades y grandezas, sin saber que  ha perdido a   una mujer cuyo nombre bien podía escribirse en el libro Guinness de los récords  como ser humano  descollante en valores. Desde dónde estés, échanos tu mano y espéranos, porque pronto, muy pronto, volveremos a estar contigo.  




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