Todo lo que se quiere, se cuida y se valora,
florece y nos regala panoramas de vida únicos. Así los arbolitos de mi terraza,
tras los rigores invernales, así la familia, cuando se mima, se tolera y se
convive en tolerancia y amor.
El día quince de mayo celebramos el Día
Internacional de la Familia, al que habría que dedicarle una profunda
reflexión. Sí, una población de viejos, a no largo plazo, es el resultado estadístico
al que apuntan rigurosos estudios sociológicos, basados en el actual índice de
natalidad. El panorama que se avecina ha alertado a los gobiernos, que dirigen
sus miradas hacia la institución familiar, tan desprestigiada en aras de un
absurdo progreso.
De ahí que empiecen a promoverse proyectos orientados a la
familia, legislaciones que la protejan o a debatir políticas nacionales
concernientes a la misma.
Y si es cierto que la familia precisa ser
incentivada, el problema, desde mi punto de vista, radica en esa frívola e
irresponsable concepción de la familia que tienen las parejas de hoy. Salvando
excepciones, la mayoría de los jóvenes ni tan siquiera piensan en una relación
estable, duradera. Aquello de «hasta que la muerte nos separe», es ya una simple
fórmula en una solemnidad religiosa, pero los divorcios cantan: pasados los
primeros años, la convivencia acaba por asfixiar lo que ni tan siquiera llegó a
ser proyecto, y los hijos, si los hay, un estorbo, objeto, de disputas
negociables.
La falta de valores que cunde en una sociedad hedonista como la
nuestra genera mentes inestables, cuyas metas, a muy corto plazo, buscan y
ansían novedad, cambio...
Así, la familia tiende a ser cada vez más reducida:
los hijos son caros, estorban y se conciben como una carga de problemas. Pero
vivir en familia sigue siendo un don que se aprende, renueva y fortalece.
Esperemos se haga realidad la necesidad estatal de dotar a las familias de las
herramientas para seguir siendo esa célula imprescindible que construya una
sociedad más justa. Y no olvidemos lo esencial: la familia sigue siendo lo
mejor que tenemos.
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