Para tante gente que sufre en silencio ataques de pánico por el mero hecho de abrir la puerta de su casa.
Abre la ventana y llénate de vida
DIARIO
CÓRDOBA/OPINIÓN
ISABEL Agüera 02/12/2014
Carta a un desconocido
Supe de ti, desconocido amigo, por una de esas
casualidades que nos depara la vida. Sí, los síntomas que me contaban eran por
mí conocidos y sufridos: pánico tremendo a pisar, literalmente, la calle,
miedo, ansiedad, temblores, taquicardias, sudores, mareo, etcétera, etcétera.
¡Cuántos años con esta tremenda fobia a cuestas sin que nadie la entienda, sin
que haya ni tan siquiera una pequeña concesión para ella! Perdí a un amigo muy
querido por ocupar, en situación extrema, un aparcamiento reservado para
minusválidos, y traté de solicitarlo, pero la persona que me atendió, mirándome
a la cara, exclamó: ¡pero si usted está mejor que Dios!
Me alejé en mi coche con lágrimas desconocidas para todos,
porque estar mejor que Dios es no poder hacer un viaje, no poder asistir,
corresponder a invitaciones, eventos, etc. Estar mejor que Dios es quedarte
ausente, bloqueada, al borde de un eminente infarto por el hecho de tener que
cruzar una calle de metro y medio. Para mí ya una larga historia de sufrimiento
que no va a ninguna parte, una larga historia de inventar excusas, disimular,
evitar visitas, lugares y hasta, familiares.
Es por eso que me encuentro en situación de decirte algo,
amigo, aun a sabiendas de que poco o nada puedo ayudarte, aunque eso sí: no
estás solo. Al menos aquí hay alguien que sabe exactamente cómo te sientes y
desde esa mayoría de edad, quiero decirte que tú no has nacido para ser
espectador, desde la ventanilla de un tren parado en vía muerta, del bello
paisaje que es la vida, cuando se contempla desde las alturas con la mirada
limpia de interferencias y espíritu constructivo.
Naciste, nacimos para el aire, la luz, los caminos, la
lucha, la música, las puestas de sol… Nacimos para amar, vivir sea como sea,
pero, ¡hay tanto que hacer, tanto que dar, tanto que recibir…! Agárrate a lo
que puedas, pero camina; no te detengas en una habitación cerrada. Abre la
ventana y llénate de vida. Inténtalo,
querido y desconocido amigo. Si me necesitas, como carrito de mano, aunque sea,
aquí me tienes.
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