Hay media
luna en el jardín,
floración salvaje que aroma mi alma, volcán de sentires, en el espejo del
tiempo que sigue moviendo los hilos largos de mi memoria. Instantes que me
laceran el alma en torrente de voces que la media luna acalla, y resbalan, y se baten en sombras de nostalgias infinitas,
impregnadas de Ángelus y alboradas.
Y son grillos, y son trenes, y son estrellas, y son ecos, y son música, y son palabras...
Surtidores magos de sueños que matizan de ternura el dolor de los
momentos, agridulce de la vida.
Y la media luna, coronada de nubecillas, camina
en cielo cobrizo, mientras la ciudad, en estresados anhelos bulle,
clama, duele...
Oigo la voz del viento, la voz
del agua, la voz de las estrellas...
Oigo voces en mil paisajes perdidos por el universo, y, ¡qué
tañer de campanas!, ¡y cómo me duele el alma! ¡Oigo el trinar de un
jilguero y... ¡cuánta belleza! ¡Y cómo resurge en mí la esperanza!
Oigo el aliento de Dios, latente
melodía que arrulla la rosa abierta que es mi alma y en un suspiro clamo: ¡Crea, Dios, el día
primero, regrésame a él y dame este jardín por paraíso!
1 comentario:
Hacia días que no entraba en el blog y hoy he leído todo lo que has escrito. Enhorabuena. Un abrazo
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