(Final Capítulo XII: Nos reunimos en una gran mansión –me
explicó Teresa- en una finca rodeada de grandes árboles. en fin, me ayudan.)
¡Qué bella estás! –fueron sus primeras palabras-. Ya
verás que te va a gustar. Estaba nerviosa y no podía disimularlo por lo que,
más que palabras, mis respuestas eran sonrisas y excusas que dilataban la
partida.
Un momento, por favor, tengo que hacer una llamada y
dejar a Eolo convencido de mi ausencia. Me perdí por las habitaciones que
escudriñaba más que miraba. Era una mirada larga como si me despidiese de ellas
para siempre. Pero allí me esperaba el Hombre de humo, bastante más joven que
yo, atractivo, misterioso…
Cuando quieras –dije, al fin-. Me cuesta salir de mi
casa –añadí por decir algo más-. Si está todo en orden –dijo con cierta ironía-, vámonos y dile a tu amigo Eolo que pronto te traeré de vuelta sana y salva.
Ya dentro del coche seguía oyendo los ladridos de
Eolo que no entendía mi intempestiva
salida. Durante unos minutos guardamos silencio. Pocos metros y estábamos fuera
del pueblo, pero hubo tiempo para que algunas vecinas, apostadas en las puertas
me vieran. Mañana –dije rompiendo el tenso mutismo- todo el pueblo hablará… ¿Y
te importa? –me interrumpió-. No mucho pero me molesta dar explicaciones, y la
gente, con indirectas, las piden, las necesitan.
El lugar al que nos dirigíamos estaba más lejos de lo
que había imaginado. Cruzamos Córdoba. El hombre de humo, muy centrado en el
tráfico, apenas hablaba. Y yo, sin lograr relajarme, comencé a sentir que me
impacientaba y que un extraño picor interior me mortificaba, al tiempo que de
reojo lo miraba y volvía a verlo de nuevo envuelto en humo. Está un poco lejos
–dije, al fin, y creo que temblorosa-. No sé por qué me había imaginado un
lugar próximo. Nada contestó. Tan sólo me sonrió, causándome preocupación y
hasta miedo y ganas de tirarme del coche y echar a correr. Tras unos kilómetros
más, que se me antojaron siglos, dijo, moviendo ligeramente la cabeza: es allí.
¿Ves aquella arboleda? Verás que es un lugar privilegiado de la naturaleza. Pero,
¿dónde estamos? ¿Y qué más te da? Estamos y es lo que importa.
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