UNA bandada de palomos surcan los cielos de
esta sierra, rincón del mundo, silencios entronizados en mi alma. ¡Hace ya
tantos años!
Pero los ecos que vagan por el azul pardo de
este atardecer se tornan susurros en flujo de vibraciones que me corren por los
pulsos y perpetúan la belleza del amor vivido
Un palomo, dos, tres… En arrullo de amores
revolotean por mi cielo crepuscular, y mi alma en armonía con la paz de esta
sierra, entona canciones, viejas y nuevas. Canciones, sí, al azul del cielo, al
azul del mar, al negro oscuro de esta sierra donde mi nada se confunde con los
mil olores de la tierra, donde mi nada se iza
también en vuelos blancos, donde mi nada se pierde reverente ante tanta
belleza.
Pero mi canción sigue y sigue, plegaria que se
aúpa en la copa de esta misteriosa tarde, abrazando la luz infinita de tantas
estrellas rotas. No importa el color, no importa mi nada; tan sólo mi canción.
Y esta bandada de palomos, libertad y brisa,
caudal de mi atardecer en esta sierra que ya empieza a ser triste y oscura.
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