¡Eh, que estoy aquí, en Córdoba / España!
Me sorprende y maravilla cada día comprobar cómo este blog, con
mis sencillas, pero sentidas y sinceras palabras, llega al mundo. Es por eso
que hoy, vísperas de fiestas inventadas para diversión de unos y fecunda lluvia
de recuerdos y nostalgias para otros, quiero
extender mis brazos a tantos lectores
virtuales que amainan su vuelo y
echan un vistazo a estas mis creaciones, unas veces, y mis confesiones, otras.
Sí, os considero confidentes y amigos. No conozco vuestros rostros ni el
sonido de vuestra voz, ni la calidez de vuestra piel, pero me basta saber que
existís para, de una extraña, tal vez, manera, sentiros cerca, muy cerca, como
si estuvierais aquí conmigo,
compartiendo lágrimas y sonrisas,
palabras, besos, abrazos y hasta la chirimoya que saboreo a estas horas de la
madrugada… Calor humano, en definitiva que tanto precisamos todos.
Somos, unos y otros, seres humanos amenazados por el dolor, la
pérdida de seres queridos y la muerte. Somos
débiles, a veces, y fuertes, mucho más de lo que creemos, cuando izamos vuelos y nos elevamos para contemplar
nuestra pequeñez y soledad en medio de un universo que nada sabe de nuestra
existencia.
Si estáis solos, enfermos, si sois jóvenes o mayores, si tenéis fe o si
no la tenéis, si sois amarillos, negros blancos o grises, si viajáis en coches
de lujo o en malditas pateras, si tenéis techo o no lo tenéis, sabed que, como
compañera de viaje, codo a codo con ese billete que llevamos todos en el
bolsillo desde el día de nuestro nacimiento, comparte estaciones, bocadillo, suspiros, despedidas, esta mujer de grandes
silencios y ausencias pero que siente en el alma la punzada del amor por sus
hermanos los hombres.
Un día me apearé en mi estación de destino y no estaré para saludar los amaneceres ni despedir los ocasos, no
estaré para exprimir mis mejores palabras en una pantalla, pero yo creo que cada uno somos todos y que
nuestro común puzle, que es el mundo, este planeta tierra que habitamos, desde
nuestra pequeñez individual, y grandeza colectiva, estemos dónde estemos,
seguiremos viviendo, mientras quede un ser humano sobre la tierra.
¡Ánimos, pues, amigos, porque, si
bien, individualmente, no podemos cambiar la dirección del viento, sí, unidos, podremos ajustar velas para navegar juntos hacia
ese soñado día llamado futuro, antorcha
que, a la hora del relevo, debe lucir prendida en la mejor llama.
Sí, amigos del mundo, a pesar de las enormes dificultades, yo también
tuve un sueño, sólo que mi sueño no es de hoy, sino que ha sido, y lo seguirá
siendo, una constante en mis noches y en mis días, un sueño que se remonta a mi
infancia y me ha perseguido en mis años. Un sueño que se llama igualdad, justicia, libertad y, sobre todo, amor. Amor que nos traslade a la piel del otro y que mirándolo a los ojos, nos lleve a exclamar: ¡Si deseas, sueñas, sientes..., igualito que yo! ¡Si parecemos, somos, hermanos gemelos!
¡Alégrate, amigo del mundo, porque también hoy
saldrá el sol para todos! No temas a la noche, porque un Dios, en el que yo quiero creer, está contigo, y no colgado de un cielo y manejando los hilos de absurdas marionetas,
ese Dios está aquí y habla por nuestra boca y actúa por nuestras acciones... Difícil, ya lo sé, de entender, pero, por favor, levántate, si estás caído. Si te sientes solo, piensa que te tienes a ti. Si no tienes pan, piensa cuántos desearíamos dártelo... Busca una estrella y formula tu deseo que uno al mío y que no es otro que desearte seas feliz con lo que tengas y lo mejor que puedas.
¡Vive y ayuda a vivir! ¡Un fuerte, muy fuerte abrazo, querido y desconocido hermano!
¡Vive y ayuda a vivir! ¡Un fuerte, muy fuerte abrazo, querido y desconocido hermano!
2 comentarios:
Preciosas palabras, preciosas imágenes. Preciosa tu amistad, Isabel.
Gracias, Alfonso. Como creo haberte comentado alguna vez, viniendo de ti tales palabras, engrandecen mis sencillas, pero siempre sentías, palabras. Gracias. Un beso.
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