Jamás un alumno más otro suman dos; tampoco los árboles
Era un chaval de características físicas y psíquicas muy
especiales La maestra que me había precedido, me advirtió en estos términos: Al
“prenda” sólo le gusta hacer aviones de papel. Dice, el muy chalado, que va a
ser piloto.
Los primeros días lo dejé cómo si no viera que sólo se dedicaba
a hacer aviones y echarlos a volar por las mesas de los compañeros que se alborotan y me costaba mantener el orden.
Al fin,
decidí hablar con él:
-¿Por qué no estudias algo? -le pregunté-. Está bien que
te gusten los aviones, pero hay tiempo para todo. Tienes que aprender algunas
cosas…
-Es que yo voy a ser piloto, y es que los libros son un mogollón de
letras
Aquella palabras me llevaron a comprender algo que no era nuevo para mí: efectivamente los libros de texto, era, son casi un imposible para, alumnos como él. Un día se me ocurrió pactar algo con él. Le dije:
Aquella palabras me llevaron a comprender algo que no era nuevo para mí: efectivamente los libros de texto, era, son casi un imposible para, alumnos como él. Un día se me ocurrió pactar algo con él. Le dije:
-Si quieres hacemos un
trato. Puedes hacer todos los aviones que quieras, pero con una condición: los tienes que enviar a mi mesa y
en ellos me tienes que escribir mensajes, preguntas... lo que quieras, y yo te
contestaré, devolviéndotelos.
La cara se le iluminó de felicidad. Exclamó:
-¡Bien! ¡Qué chulo!
Y a partir de aquel día, los aviones llegaban incesantemente a
mi mesa con mensajes sencillos de mala letra, peor ortografía y como tema casi
exclusivo, al principio, los chivateos propios del alumno que no sabe qué
escribir:
Yo, con la lectura de sus mensajes, le provocaba otros. Por
ejemplo:
-No sé cómo vuelan los aviones. ¿Lo sabes tú? Es una cosa curiosa que
me gustaría conocer.
Y le devolvía el avión. Él me contestaba:
-No lo sé pero
vuelan como los pájaros. A lo mejor mi padre lo sabe.
Los demás alumnos, al principio, reían al ver cómo el avión iba y venía, pero después se acostumbraron y todo el mundo trabaja con total naturalidad. Poco a poco se fue motivando y superando en un intento constante de contarme cosas sobre los aviones, cosas que entre su padre y él investigaban y que lo implicaban en estudio, lectura, escritura...
En definitiva, poco a poco, se fue integrando, pero durante un tiempo me serví de los aviones para que por fin hiciera algo de Matemáticas, Sociales, etc. Un problema, por ejemplo, se lo enunciaba así: Si un avión corre a 300 kilómetros por hora, ¿cuánto tardará de Córdoba a Madrid, si la distancia en kilómetros es de 400 Km. ? Sobre Sociales: Si tú fueras en ese avión y pudieras asomarte por una ventanilla, ¿qué verías como más destacado? Etc. En fin, la estrategia funcionó.
Los demás alumnos, al principio, reían al ver cómo el avión iba y venía, pero después se acostumbraron y todo el mundo trabaja con total naturalidad. Poco a poco se fue motivando y superando en un intento constante de contarme cosas sobre los aviones, cosas que entre su padre y él investigaban y que lo implicaban en estudio, lectura, escritura...
En definitiva, poco a poco, se fue integrando, pero durante un tiempo me serví de los aviones para que por fin hiciera algo de Matemáticas, Sociales, etc. Un problema, por ejemplo, se lo enunciaba así: Si un avión corre a 300 kilómetros por hora, ¿cuánto tardará de Córdoba a Madrid, si la distancia en kilómetros es de 400 Km. ? Sobre Sociales: Si tú fueras en ese avión y pudieras asomarte por una ventanilla, ¿qué verías como más destacado? Etc. En fin, la estrategia funcionó.
Y una vez más me ratifico: no son los alumnos los que fracasan
sino nosotros, los maestros, cuando nos empeñamos en medir a todos con la misma
vara.
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