Hoy, amigos, un relato, tal vez repetido, pero que ayer, en
un paseo por el jardín, al ver una lenta pero
constante caída de hojas recordé. Pertenece a mi obra Antología de Restos Que tengáis un buen fin de semana os deseo de corazón.
Del árbol de hoja caduca
Un árbol de hoja caduca fue sembrado en un hermoso jardín. A su
alrededor crecían viejos árboles de hoja perenne como el pino, el aligustre, la
palmera...
Cuando llegó el otoño, el árbol de hoja caduca,
ante la expectación de todos, fue perdiendo sus hojas. Con sorna y algo de
compasión, los demás árboles se dirigían a él: ¡qué pena nos da verte!
¿Acaso estás muerto? Tus ramas secas resultan punzantes, viejas, desapacibles.
Las nuestras, en cambio, siguen siendo frondosas, verdes...
El árbol de hoja caduca, reservado y
silencioso, resistía las heladas y los fuertes vientos, protegido, no obstante,
por el cálido rescoldo de la savia que le alimentaba en sus adentros. Cuando
llegó la primavera, poco a poco, comenzaron a brotarle yemas, hojas, ramas
espléndidas que de un verde nuevo parecían izarse al cielo, alargando sus
brazos en frescas sombras y refugio de cuántos pajarillos acudían al jardín,
así cómo de ancianos y enamorados.
Lo árboles de hoja perenne lo miraban y se
decían: ¿qué milagro es éste? ¿de dónde tal frondosidad y verdor? ¿a caso ha
resucitado de la muerte? ¿acaso pretende darnos lecciones de hojas y ramas?
El árbol de hoja caduca, adivinando sus pensamientos, y con gran humildad,
les dijo: Siento, hermanos, vuestra
torpeza al juzgarme en mis aparentes
horas bajas. ¿No veis cómo sale la mariposa del capullo y alza sus
vuelos en irisados colores, cuando llega la primavera? Así, durante el
invierno, mis hojas viejas me abandonaron, pero mi sangre siguió regando lo más
profundo de mi ser. De esta manera cada año, puedo estrenar vida. Yo no
sabría qué hacer con las mismas vestiduras que me nacieron el día de mi
alumbramiento. Estar vivo equivale a ir desprendiéndose de lo viejo y hacer que
florezca algo nuevo. ¿Pretendes llamarnos viejos? –gritaron a una irritados los árboles de
hoja perenne-. No era mi intención –contestó el árbol de hoja caduca-. No
he hablado de vejez sino de juventud, de
renovación, de vida.
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