Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

12 oct 2016

Abuela, ¿por qué se gasta la vida?

Digo siempre, y es cierto, que mi Javier, tú mi precioso nieto de diez años, andas por el mundo con una mano alzada o lo que es igual: pidiendo siempre la palabra, porque siempre tienes algo que decir, algo, que preguntar. Esta tarde, cuando viniste a traerme unas torrijas que había hecho tu madre, te asomaste a mi terraza y de pronto exclamaste: ¡abuela, en el semáforo hay parado un coche de muertos! Sí, pasan todos los días; van a la iglesia.
Te quedaste pensando unos minutos y después exclamaste: ¿y por qué no le dejan pasar como a los bomberos, a la policía…? Es vedad –te interrumpí-. Igual que tú, pienso yo. Acercándote a mí que tecleaba en el ordenador, me abordaste sin más: ¿y qué es la vida, abuela? porque, para morirse, mejor no vivir. La vida –te contesté son muchas cosas: el aire, el sol, la lluvia, la alegría, papá y mamá, los hermanos, la gente, el cole.., pero la vida se gasta… Abuela,  ¿y por qué se gasta la vida? Con la vida no se borra, ni se saca punta, ni… ¡Ja,ja,ja! ¡Qué lindo eres y cuánto te quiero! –exclamé-. Todas las cosas se gastan -traté de explicarte-. ¿No ves cómo se gastan las pilas de tus juguetes? ¿No ves cómo se gasta las ruedas de los coches? ¿No ves cómo se gastan los lápices y las gomas...? Con el uso y el paso del tiempo, las cosas se van gastando… ¡Ah…! –exclamaste no muy convencido-,. pero, ¿nos vamos al cielo sí o no? ¿Por qué los muertos están con los ojos cerrados? Yo, aunque esté muy gastado, quiero estar con los ojos abiertos siempre. Con los ojos cerrados o me duermo o me aburro. ¡Bueno, bueno, que sabio eres! También yo me aburro si cierro los ojos y, aunque  ahora no lo entiendas, quiero decirte que es demasiada la gente que vive, gran parte de su existencia, con los ojos cerrados, evadiendo responsabilidades y compromisos. Dejan de ver la luz y poco a poco, pierden el maravilloso sentido de la vista; se transforman en topos. Tú, mi pequeño Javier, eres vida y tendrás que descubrir por ti mismo todos los misterios que entraña el vivir, pero no te olvides nunca de que fuiste niño. Eso que dices de los topos es verdad, abuela, porque mi seño  no ve nada más que lo que le interesa, y yo quiero ser mayor y no siempre niño para que manden en mí. Me voy que es tarde.
Tus palabras, mi querido nieto Javier,  no me caen en bolsillos rotos. Por eso quiero dedicarte a ti y a todos los primos, mis lindos nietos, esta carta:  
La vida, mis querido nietos, de cada uno es como un río que con su propia corriente camina y crece hacia el mar. No obstante, quiero legaros mi reto de cada amanecer, las claras deducciones que en este imparable viaje se han ido escribiendo en la blanca pancarta de mis días. Puede que tan sólo sean  algo así como pequeñas olas que acaricien la reseca piel de  lo que serán vuestros  largos pasos, pero me vale la pena el esfuerzo, si logro alcanzar, al  inmenso océano que es vuestra presencia en el mundo.

Mi precioso Javier: siempre con la mano alzada, pidiendo la palabra  porque las   de los mayores no te gustan, Sabes que te digo: que a mi tampoco.

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