Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

24 oct 2016

A quien corresponda

  En  el Diario Córdoba de hoy, en Opinión, podéis leer  mi sencillo pero reivindicativo artículo sobre algo que nos interesa a todos y especialmente a los andaluces. Me motivó  a escribirlo el encuentro fortuito con dos ancianos en el jardín.
Que tengáis un buen día y no caigáis en el desánimo. Mañana será otro día.

DIARIO CÓDOBA/OPINIÓN
 No hace mucho, paseaba por un jardín cercano. Intencionadamente, pedí permiso para sentarme en un banco donde dos ancianos hablaban acalorados. Sí, señora cabemos todos. Los pobres ocupamos poco, dijo uno de ellos. Aquí pasamos el rato --añadió--, tratando de arreglar el mundo con las cosas que pasan. ¿Y de qué va el tema hoy? --pregunté--. ¿Usted se cree, señora, que es justo lo que le ha pasado a mi hermano que en paz descanse? -me contestó uno de ellos. Aquí se lo contaba al amigo-  Pues na que después de trabajar como un burro toda la vida y de los gastos que han tenido los hijos con su larga enfermedad, a su muerte y cuando creían las criaturas que iban a heredar el pisito que tanto les había costado pagar, me decía mi sobrino que no tenían dinero para pagar no sé qué cosa y que no sabían qué hacer. ¿Usted se cree?. El otro hombre callaba, se limpiaba la nariz y me miraba.
Me sentí mal, como si la responsable  de tan justificados reproches fuera yo, como si estuviera traicionando a mi gente, me sentí decepcionada conmigo misma, porque Andalucía ha dado pasos gigantes en el progreso, y puedo dar fe de ello pero ¿y esto? Una frase de Denis Waitley, reconocido autor estadounidense dice: «Existen principalmente dos decisiones que uno debe tomar en la vida: aceptar las cosas como están o aceptar la responsabilidad para cambiarlas».
Es cierto que mi lucha por el cambio ha ido siempre en la dirección de educación y cultura, pero hay muchos más problemas que, como si no me pertenecieran, esperaba, como todos, que arreglen los demás,  reconociendo y   aceptando, en mayor o menor conformidad, lo que había, lo que hay. No, no es justo –contesté a aquellos dos hombres que me provocaban tal extraño sentimiento de culpabilidad-. Y sé de qué hablan. Se refieren al impuesto de sucesiones... ¿Y eso que leche es?, dijo el hombre afectado. Pues, eso, un impuesto… ¿Un impuesto? –volvió a preguntar extrañado aquel pobre hombre. ¡Si yo deje de herederos a mis hijos y buenas perras que me costó el testamento!

 Me alejé con el propósito de reivindicar, al menos, la suspensión de dicho impuesto, porque, si es verdad que caminamos, tendríamos que ser menos conformistas y asumir la responsabilidad de todo lo que no creamos justo, ni para nosotros, ni, para, por supuesto, para los demás, porque, desde la pequeñez individual, somos  imprescindibles porque si bien no podremos cambiar la dirección del viento, sí podremos ajustar nuestras velas para navegar hacia ese soñado día llamado  futuro.

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