Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

27 feb 2016

Mi amiga Prostituta: fragmento



Tarde la de ayer, amigos, de filigrana de nubes que cruzaban nuestros cielos como en una artística recreación. Con mi amiga invisible, Lucrecia, recordaba y sentía.
Por eso hoy, un breve fragmento del capítulo primero de mi novela, “Mi amiga prostituta”, que muchos ya conocéis.
  
FRAGMENTO

Llegué un poco antes de la hora. Aparqué en medio de un gran charco, único lugar posible por aquellos alrededores. Esperaba con impaciencia mi reencuentro con Lucrecia. A derecha e izquierda la buscaba con impaciencia como si llevara siglos estacionada en aquel portalón, aún cerrado, del cementerio. Tan sólo tráfico ante mi vista y nubes que corrían en negra y eminente amenaza de lluvia. Un poco lejos, la parada de un autobús, objetivo de mis ansiosas expectativas. De pronto observé cómo, entre una multitud de gente que bajaba, una mujer, más bien un bulto me pareció, se aproximaba al cementerio. Di unos pasos en dirección hacia ella, y sí, era Lucrecia, tan ojerosa, envejecida y esquelética que en otra situación no la hubiera reconocido. Pero estaba allí, frente a mí, con un rostro desfigurado por grandes manchas oscuras, con preeminentes bolsas debajo de los ojos y una vulgar taleguilla colgada del brazo. 
Nos saludamos fríamente: no quería molestarte –dijo en un beso que apenas rozó mis mejillas-, pero no sabía a quién acudir. Es muy duro…
 Se echó a llorar, limpiándose los ojos con el puño de la manga. No es molestia. Has hecho bien con llamarme –contesté entre conmovida y descolocada.

Unos pasos y en tenso silencio, acentuado por el alborozado piar de pájaros por entre los cipreses, esperábamos, bajo la marquesina de las puertas abiertas ya de aquel lugar que exhalaba un sutil halo putrefacto, los rigores de aquel mal asunto del que habló Lucrecia y yo desconocía.
 Si me hubieras avisado antes y dicho de qué se trata, tal vez podría… ¡Qué más da! –me cortó secamente-. Antes o después…
Las palabras de Lucrecia, como en otras ocasiones, me sonaron a reproche y me tornaron a un silencio que eran voces del pasado, que eran…, eran tantas cosas…

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