Tarde la de ayer, amigos,
de filigrana de nubes que cruzaban nuestros cielos como en una artística
recreación. Con mi amiga invisible, Lucrecia, recordaba y sentía.
Por eso hoy, un breve
fragmento del capítulo primero de mi novela, “Mi amiga prostituta”, que muchos
ya conocéis.
FRAGMENTO
Llegué un poco
antes de la hora. Aparqué en medio de un gran charco, único lugar posible por
aquellos alrededores. Esperaba con impaciencia mi reencuentro con Lucrecia. A
derecha e izquierda la buscaba con impaciencia como si llevara siglos
estacionada en aquel portalón, aún cerrado, del cementerio. Tan sólo tráfico
ante mi vista y nubes que corrían en negra y eminente amenaza de lluvia. Un
poco lejos, la parada de un autobús, objetivo de mis ansiosas expectativas. De
pronto observé cómo, entre una multitud de gente que bajaba, una mujer, más
bien un bulto me pareció, se aproximaba al cementerio. Di unos pasos en
dirección hacia ella, y sí, era Lucrecia, tan ojerosa, envejecida y esquelética
que en otra situación no la hubiera reconocido. Pero estaba allí, frente a mí,
con un rostro desfigurado por grandes manchas oscuras, con preeminentes bolsas
debajo de los ojos y una vulgar taleguilla colgada del brazo.
Nos saludamos
fríamente: no quería molestarte –dijo en un beso que apenas rozó mis mejillas-, pero no sabía a quién acudir. Es muy duro…
Se echó a llorar, limpiándose los
ojos con el puño de la manga. No es molestia. Has hecho bien con llamarme
–contesté entre conmovida y descolocada.
Unos pasos y en tenso silencio, acentuado
por el alborozado piar de pájaros por entre los cipreses, esperábamos, bajo la
marquesina de las puertas abiertas ya de aquel lugar que exhalaba un sutil halo
putrefacto, los rigores de aquel mal asunto del que habló Lucrecia y yo
desconocía.
Si me hubieras avisado antes y dicho de qué se trata, tal vez
podría… ¡Qué más da! –me cortó secamente-. Antes o después…
Las palabras de
Lucrecia, como en otras ocasiones, me sonaron a reproche y me tornaron a un
silencio que eran voces del pasado, que eran…, eran tantas cosas…
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