Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

8 feb 2016

Olor a tortilla


DIARIO CÓRDOBA/OPINIÓN
9/2/2016
ISABEL AGÜERA 

Esta mañana, cuando salía de mi casa para tomar café, me encontré con una precoz maravilla, que me cautivó hasta el extremo de que no he pensado en otra cosa en todo el día. El sol, como si fuera el único dueño de la mañana, descendía tranquilamente por los altos de la avenida. A mi derecha, la sierra era ya vida, transparencia, rutilar de los mil colores emanados de la tierra. De pronto, cuando, llena también de luz, me disponía a cruzar el asfalto, mis ojos, fijos en el cielo, preludio ya de primavera, descubrieron la insólita aparición de una bandada de pájaros emigrantes que sobrevolaban la ciudad dormida.
No sé qué sentí. Me dieron ganas de sacar un pañuelo y agitarlo, me dieron ganas de hipnotizar al tiempo y quedarme allí, prendida en aquella visión, Sí, los pájaros regresaban para estrenar vida en sus reconstruidos nidos.
Más tarde, cuando entré en mi casa, con la primavera en la piel, un no sé qué de agobio me invadió: mi casa olía a tortilla, a leche pegada... Me pareció aburrida, vieja: los mismos cuadros, muebles, libros, las mismas paredes, cortinas ¿las mismas cosas para toda la vida? La casa de mi tía en el pueblo, casa, en los mejores tiempos, de "labor", aperos de labranza, animales, gente, flores... los últimos años de su vida, rodeada de paisajes muertos, pasaron sus días.
Mi decisión estaba en marcha: sin romper nada, y conservando lo más valioso, emprender una renovación: más luz, más color, más espacio, más vida... ¿Cómo voy a dejar que mi casa se muera, y yo con ella, oliendo a tortilla? Los pájaros me traían un mensaje, y yo lo he recibido: nada debe ser tan definitivo e inamovible. 
Siempre, sin miedo, se puede enmendar, mejorar o cambiar pero quedarse quieto es dejarse morir o, como dice el proverbio chino, lo que es peor: convertirse en presa de los cangrejos.





No hay comentarios: