Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

17 sept 2010

Él estaba allí



Queridos amigos: Un nuevo curso y muchas nuevas tareas para seguir caminando siempre de cara al sol, Mis deseos de que nada nos sea indiferente, de que el hastío, las rutinas, los desengaños y las pequeñas o grandes luchas de cada día, tan solo sean motivo para comprobar que seguimos vivos, y la vida viene a ser eso: lucha diaria y constante con los elementos. No obstante, en el bolsillo llevamos una carga de herramientas para componernos y seguir adelante.

Quiero empezar, y tal vez seguir, con un breve texto de mi obra titulada Él estaba allí, con mi resspeto absoluto al que sea creyente y al que no lo sea. Yo me confieso expectadora del mundo donde descubro huellas que no coinciden con calzado de hombre alguno, y me pregunto: ¿No será que hay un Dios? Y entonces voy y escribo.


Aquella noche lejana, ¡muy lejana!, él y yo cómplices de años, historias y proyectos, aguardábamos en silencios, rotos en dolor, miradas y suspiros, el autobús que nos separaría para siempre.

Era negra noche de truenos cabalgando en mil rayos por el cielo.

En un tris, la hora de partida. Una plaza. Sólo una. Sube él. Un ardiente beso como despedida y un adiós sin palabras que apaga, en un tris, el universo de sueños de un abrazo ininterrumpido en tantos años… Muchos años.

A pie de tablas, sola, acariciaba en vilo y en nostálgica sonrisa, la cálida huella de aquel beso, mientras caía definitivamente el telón.

El autobús se alejaba y la lluvia persistía.

¡Qué torpeza la mía, al creer que, con la muerte de aquel hombre, compañero, amigo, amante, aquel hombre bueno, mi marido, el reloj había detenido sus agujas dejándome en punto muerto para siempre!

Ahora lo sé: los arcaduces de mi pequeña noria seguirían vertiendo agua en amaneces y ocasos. Él estaba allí.

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