Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

28 nov 2013

Wikeando con mi Ángel de la Guarda / 1


Y mi Ángel volvió, 
¡pero vaya si ha cambiado!



¡Yo quiero un angelito! –lloraba y repetía, cuando era una mocosa-. Un angelito como los que, de mano en mano, corrían por  las estampitas: sonrosados y mofletudos, con sus alitas y cabellos acara colados. Sí, lo quería para llevarlo en mi cartera como llevaba mi tubito de pétalos de rosa, mis pastillas Juanola, como llevaba mi cristalito rojo... Y próxima mi Primera Comunión, mi madre con los recordatorios en las manos, me dijo: Elige una estampita. Y sin pensarlo, me fui derecha a la de un ángel que protegía a una pequeña a punto de caer por un puente. Desde aquel día era feliz: tenía, al fin un angelito.
Pero mi angelito de la guarda se esfumó, un día con la modernidad y atrás quedaron las “cuatro esquinitas” “dulce compañía”, etc. oraciones miles de veces repetidas. Hace poco, en mis reflexiones diarias, recordaba aquellos tiempos de tener a mano un ángel invisible que me protegía de ”puentes”, que me buscaba sitio en los autobuses, que era como un jarrillo mano para todo. Y, bueno, me volví a sentir niña con necesidad de ángel, al menos con quién hablar y poder contarle mis depresiones, ataques  de pánico, mis luchas diarias, mis dudas y contradicciones acerca de tantas cosas, pero..,. ¿Deliraba? ¿Hablar con un ángel? ¡Pero si eso ya pasó a la historia!
De pronto una carcajada en mis oídos me soliviantó:
¡Ajajá! ¡Ya era hora, Isabelita! Cesa ya de monologar y vive. ¿Sabes quién quién soy?
(¿Este es mi ángel? ¡Si lo oigo más a la izquierda! ¡Si su sitio era la oreja derecha!?) ¿Acaso eres mi ángel?   ¿Me criticas porque pienso y hablo para mí? Si con esas vuelves, mal empezamos.
No, no te critico; simplemente te describo, querida Isabelita, y sí, soy tu querido y viejo angelito de la guarda
Te noto rarillo; no pareces el mismo, más bien un poco..
¿Un poco qué? No sé; cambiado.
¡Jejeje! ¿Acaso tú no has cambiado un poquitooo? ¿No te ves diferente a la Pabela de la estampita?  ¡Suelta por esa boquita! Para ti, seré, eso, un mandado. Y no le des tan fuerte al teclado que te lo vas a cargar, por muy escritora que te sientas. (Mal le va a sentar.)
Oye, ángel, si vas a ser tan puntilloso, lo mismo no me gustas. Tú a lo tuyo, que lo vas a tener complicado; me siento muy libre...
(¡Pobre, chica! ¡Pues no dice que se siente libre!) No te preocupes, Isabelita; estoy al loro; eso es todo. No sólo tú ibas a progresar, cambiar…  ¡Un momento: el móvil! 
(¿Qué pasa, Jefe? Todavía no he me he estrenado y ya me estás dando toques. Es que veo, Guardián,  que puedes perder los papeles: cuida, cuida mucho tu lenguaje. ¿Qué es eso de que un ángel esté al loro?¡Ah! ¿Eso es todo? ¿No crees, Jefe, que si me pongo demasiado meloso, poco o nada tendré que hacer con Isa?  Isa, como tu la llamas, olvidándote  de nuestra hermana Isabel de Portugal o de Hungría, es de procedencia noble. De hecho, es hidalga de España, y eso quiere decir que las vulgaridades no le van. Así que no me vengas con milongas de excesivos modernismos. Vale, Jefe, tendré cuidado pero, por muy hidalga que sea, los remilgos los detesta. Déjame que son años ha los que llevo a su lado. No te preocupes. Corto y cambio.) 
(¿Ha dicho milongas el Jefe? ¿He oído bien? A lo mejor el Papa Francisco lo está cambiando  ¡Ojala así sea. Amén.)
Oye, ángel,  ¿tú con móvil? Esto me parece demasiado, y ¿se puede saber con quién hablas?  Si te van a llamar mucho, si vas a estar todo el día enganchado…
¡Jejeje! No, ¡si tan solo era un  wasap del jefe!
¿Llamas Jefe a Dios? 
¡Pues claro! Él sigue siendo el que manda! ¿Dejan de mandar los políticos acaso?
(¡A mi ángel se le ha ido la pinza!) Bueno, angelito, no me toques  los palillos con temas políticos; no me gustan. Tengo mucho que hablar contigo pero me gustaría empezar con el tema del amor. ¿Qué te parece? 
(UF, qué royo!) Me parece muy, pero que muy interesante, pero…  Lo siento, chica, ya es tarde; me voy a la cama. (¡Menudo temita! Tengo que consultar  con la Wikipedia, como mínimo)
Espera, espera, un momento: ¿Los ángeles no estabais en la oreja derecha? Parece que te oigo, ahora  por la izquierda...
¡Jejeje! Yo, como tú, no hablo de política. ¡Que me voy! (En menudo lío me iba a meter isabelita con lo de las orejas)
Bueno, angelito, mañana te espero.  ¡Tempranito, eh!
No te he oído. Adiós. 

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