Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

2 nov 2013

EL SOBRE NEGRO


Queridos amigos y amigas que seguís este blogs, convertido desde hace algún tiempo en testigo de mis andanzas por el mundo. Me restan cientos de “capítulos”, pero os confieso que al recordar y  escribir los nueve que llevo publicados en este blogs, me he ido sintiendo mal, muy mal y cada día peor, ya que era  un retorno muy doloroso a un lejano pasado lleno de sombras del que he ido tratando, durante años, de olvidar. Tengo, no obstante, casi terminada esta especie de biografía novelada, pero me debo a  mejores días para seguir en la “pasarela” de estas páginas. Es por eso que hago una especie de paréntesis, con lo mejor que sepa y pueda  dar.
Hoy con una insólita y misteriosa historia real: 

EL SOBRE NEGRO


NOTAS DE UN HIMNO A LA LIBERTAD

Aquel día, justo a mis pies, cayó muerta la mirla. Apuntaban los verdes por la primavera. Ellos, cazadores furtivos, le dispararon. En el nido, cuatros huevecillos verdes aguardaban calor y tiempo. Unas lágrimas brotaron de mis ojos, y mis manos reverentes, fueron caricia para aquel lúgubre evento que me palpitaba con rabia, ¡maldita sea!, por los puros entresijos del alma.
La sierra una eclosión de vida: jarales, romero, encinas... Y uno, dos, tres... una bandada de palomos surcaban los cielos en arrullos de amores que se entronizaban en el silencio de las horas, en la soledad del lugar.
Atardecía, cuando, tras depositar el diminuto cuerpo de la mirla y su nido bajo el madroñal, regresé a la ciudad. tráfico, gente, campanas...vida. En mi  bolsillo, un par de alas negras, mágico tesoro que  deseaba enarbolar para siempre como glorioso  himno a la libertad. Allí, al rescoldo de mis sueños, junto a mi almohada, un luminoso y lacrado sobre negro, como urna sagrada, atalayaba las alas de madre mirla
 Pasó algún tiempo. Una noche, cuando la luna llena inundaba de macilenta claridad  las paredes de mi dormitorio y,  cuando ya  el sueño había hecho presa en mis ojos, me despertó un extraño aleteo. Por mi ventana, la sombra de un pájaro que fulgurante alzaba sus alas al vuelo. Sí, era la mirla. El sobre negro, por unos instantes, permaneció junto a mi lecho. Después, un soplo de viento lo arrastró en un vaporoso  zigzag  por la ventana.
Todavía me pregunto si fue un sueño pero, cuando la luna llena me mira, a mi corazón retornan las notas de aquel himno a la libertad- 



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