Queridos
amigos y amigas que seguís este blogs, convertido desde hace algún tiempo en
testigo de mis andanzas por el mundo. Me restan cientos de “capítulos”, pero os
confieso que al recordar y escribir los
nueve que llevo publicados en este blogs, me he ido sintiendo mal, muy mal y
cada día peor, ya que era un retorno muy
doloroso a un lejano pasado lleno de sombras del que he ido tratando, durante
años, de olvidar. Tengo, no obstante, casi terminada esta especie de biografía
novelada, pero me debo a mejores días
para seguir en la “pasarela” de estas páginas. Es por eso que hago una especie
de paréntesis, con lo mejor que sepa y pueda
dar.
Hoy con una
insólita y misteriosa historia real:
EL SOBRE NEGRO
NOTAS DE UN HIMNO A LA LIBERTAD
Aquel día,
justo a mis pies, cayó muerta la mirla. Apuntaban los verdes por la primavera.
Ellos, cazadores furtivos, le dispararon. En el nido, cuatros huevecillos
verdes aguardaban calor y tiempo. Unas lágrimas brotaron de mis ojos, y mis manos
reverentes, fueron caricia para aquel lúgubre evento que me palpitaba con
rabia, ¡maldita sea!, por los puros entresijos del alma.
La sierra
una eclosión de vida: jarales, romero, encinas... Y uno, dos, tres... una
bandada de palomos surcaban los cielos en arrullos de amores que se
entronizaban en el silencio de las horas, en la soledad del lugar.
Atardecía,
cuando, tras depositar el diminuto cuerpo de la mirla y su nido bajo el
madroñal, regresé a la ciudad. tráfico, gente, campanas...vida. En mi bolsillo, un par de alas negras, mágico
tesoro que deseaba enarbolar para
siempre como glorioso himno a la
libertad. Allí, al rescoldo de mis sueños, junto a mi almohada, un luminoso y
lacrado sobre negro, como urna sagrada, atalayaba las alas de madre mirla
Pasó algún
tiempo. Una noche, cuando la luna llena inundaba de macilenta claridad las paredes de mi dormitorio y, cuando ya
el sueño había hecho presa en mis ojos, me despertó un extraño aleteo.
Por mi ventana, la sombra de un pájaro que fulgurante alzaba sus alas al vuelo.
Sí, era la mirla. El sobre negro, por unos instantes, permaneció junto a mi
lecho. Después, un soplo de viento lo arrastró en un vaporoso zigzag
por la ventana.
Todavía me pregunto si fue un sueño pero, cuando la
luna llena me mira, a mi corazón retornan las notas de aquel himno a la
libertad-
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