Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

14 nov 2013

Aniversario: una confesión más,




Era yo entonces, una jovencita de mirada ingenua, sincera  y piadosa
que, no obstante, ¡deseaba tantas cosas! 
Algunas, sí, son mi realidad, hoy.
Pero la realidad más hermosa, la menos esperada en mis tiempos jóvenes,
son mis hijos y nietos por lo que doy gracias al hombre  que me miró y dijo:
¿te quieres casar conmigo?
Y en un día como hoy nos dijimos sí y hasta que la muerte nos separe.
Y nos separó, pero esta madrugada, confieso, que fue un gran hombre.


Pues, sí, tras  años de dolorosos avatares, me casé. Y hoy es el aniversario  de aquel día que nos dijimos sí, pero desde hace veinticuatro años él  no está para compartir esta fecha. Se fue una madrugada de primavera. Unos instantes antes de cerrar definitivamente la puerta de la vida, me cogió de la mano, me acercó a su rostro y me dejó un beso en la  mejilla. Se llamaba Mariano. Llegó a mi vida en un pueblo de Jaén donde yo ejercía, entonces  y dónde su padre, secretario del Ayuntamiento, también estaba recién llegado con toda la familia. 
Él y yo, la noche  y el día, la sencillez y la complicación, la espontaneidad y la reserva… Éramos dos mundos claramente diferenciados, sobre todo, en formación –las secuelas religiosas las llevaba todavía inherentes a mi piel-. Los libros, la cultura, la iglesia eran valores que él no despreciaba pero el vivir sencillamente, sin más complicaciones,  era su gran valor, su gran filosofía. 
¡Y claro que tuvimos grandes y graves problemas! Era, sí, celoso y, cuando yo comencé a despertar de aquel largo y tortuoso caminar que me robó besos, bailes, relaciones y hasta pensamientos, y cuando mis grandes inquietudes por todo me lanzaban a una apertura  por escenarios nuevos, él interpretaba cada paso  que intentaba dar hacia adelante, como una consumada infidelidad. Fue algo así como alzarse en pie de guerra nuestros mundos en los que, no obstante, ondeaba siempre la bandera blanca del amor. Él sufría pero yo también por lo que decidí refugiarme en mi trabajo y aparcar inquietudes. De esta forma convivimos felices los últimos años de su vida que, prácticamente, los pasamos de hospital en hospital.
A veces, cuando hablamos de él, mis hermanos me suelen decir que no estaba enamorada y que lo idealizo. Lo de no estar enamorada, tal vez sea cierto. Llegó a mi vida en momentos  de mucha tristeza y soledad. Definitivamente, las puertas de aquella mi Institución no volverían a abrirse para mí y él, con su gracia natural, generosidad y presencia constante, fue como un salvavidas al que me agarré, al que amé como más no podía ser.
Muy larga y complicada convivencia, muy largos años de circunstancias  penosas por pueblos con carencias que nos llevaron a vivir en habitaciones alquiladas con derecho a cocina, en malas pensiones, etc. Problemas grandes de otro tipo que jamás revelaré. Mis constantes depresiones y ataques de agorafobia encontraban en él paciencia, si no comprensión, y la ayuda de su   constante compañía. Tuvimos tres hijos que son lo mejor de mi vida, pero cuando nos despedimos para siempre, me sentí, como aquel día tan lejano que conocen los lectores de este blog, sola, abandonada de nuevo a un inmenso mar que me nacía a cada paso. El mundo se me quedó reducido a tres hijos en complicadas adolescencias y, eso sí, mi escuela, mis libros y mi constante vocación a la escritura. Hoy sé que me quedó mucho, y su recuerdo sigue siendo como voz que me anima a seguir, que me ayuda a levantarme de tan grandes caídas a veces.
  Al recordar aquel día, confieso que lo quise con toda mi alma. Jamás le fui infiel, lo quise, y lo quiero, y no, no he vuelto a tener pareja, cosa que me preguntan algunos lectores. ¿Oportunidades? Muchas, pero no eran los  hombres que se acercaban y se acercan a mí el problema, ni era el absurdo de no querer sustituirlo por otro,  el problema soy yo, tan independiente, complicada y valorando tanto la libertad, que no sabría cómo compartir en convivencia nueva una trayectoria como la mía que, sin poderlo evitar, sigue arrastrando lágrimas del pasado, salpicadas de  días, horas de sonrisas y felicidad.
Pero blanca y radiante iba de novia un día como hoy hace ya… ¡Bueno, mucho  años! 
Y no, no lo idealizo: fue, dejando a un lado padres, la persona que más me ha querido en esta vida, que más ha sufrido conmigo y por mí. Me quedo, pues, con aquel beso que, con el tren en marcha que se lo llevaba, me dejó  y que jamás los años borrarán.

No hay comentarios: