Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

20 feb 2018

De la aventura que corrió la Manuela en su visita al Curandero

Llegado el buen tiempo, cada año, la mayoría de las mujeres de la aldea, organizaban una visita al sabio, un santón, a más de cien kilómetros de distancia al qu ele atribuían poderes curativos mágicos. de túnica hasta los pies y cabello hasta la cintura.
Con anticipación al viaje, que lo hacían en un autobús que iba recogiendo gente por las aldeas, las mujeres pasaban todas por la peluquería de la Lola que les ponía la permanente  de tubos calientes que las cabezas humeaban como chimeneas.  ¿Y qué leche te pasa a ti este año? -preguntaba el Domingo a la Manuela-. Mejor dirías qué no me pasa –contestaba la Manuela- ¿Es que no te das cuenta del saltaero que tengo? ¿Y no ves las noches qué paso con el ahogo? ¿Y tú qué vas a saber si estás siempre en  babia? ¿Dónde coño dices que estoy? ¡Un sacadineros es lo que es ese sabio  que engatufa a las mujeres! ¡Pues bien guapo que es, y no como otros! ¡Ah, sí, pues quédate con él si quieres que ya va apañao!
En la peluquería, mientras las cabezas humean y se enfrían, las mujeres unas a otras se cuentan y justifican su viaje: ¡Es que  estoy de lo snervios! –exclama una-. Pues yo con malos voluntos! .-dice otra-. ¡Lo mío es la reuma  de to la vida! –exclama la mujer de López, embutida en un pantalón tan estrecho que se le baja la cremallera- ¡Coño, qué malas estasis toas pero os sobran carnes por to el santo cuerpo! ¿Y tu, comadre, a qué vas? ¿Yo? ¡a naita! Por dar un paseo.
Llega el día que es un viernes. La Manuela, desde bien temprano se encierra en el dormitorio y se prueba  los cuatro trapos que tiene acabando con el vestido de la Semana Santa que es el único que le  entra sin problemas, y perfumada, con los labios pintados, un gran bolso y la mantilla a modo de echarpe por los hombros, entra en el comedor donde desayuna el Domingo que, al verla, soltando el vaso de leche, exclama: ¡mu bien, pero yo también  voy a ver al sabio que desde que vino el niño no me encuentro bien! ¿Qué coño estás diciendo tú? ¡Eso no es cosa de hombres? ¿Ah, no? ¡Pos mira por donde le voy a ver la casa a ese sabio tan guapo que os tiene hipnotizás!
La voz de la  Chacha solivianta a la Manuela: ¡comadre que es tarde, que el artobús no espera! ¡Ya voy, que aquí tienes al compadre, que está celoso! ¡Vámonos ya t que le den por culo al compadre!
Efectivamente, el autobús está parado en la puerta de la iglesia, y esperando a la Manuela que entre los tacones y la parafernalia que lleva encima no puede correr. La Chacha la agarra del brazo para que se apresure. El conductor exclama: ¡leche que parece que vais de boda! ¡Hala, vámonos!
El Domingo, sin parar de dar vueltas a la cabeza, decide  disfrazarse y seguir con su coche al autobús que tiene que hacer unas cuantas paradas, antes de llegar. Rebusca en un baúl y saca un sombrero de ala que era de su padre, unas gafas de sol y una cartera del niño y un gabardina tiesa de cuando era joven. ¡No me va a reconocer ni Dios! –exclama-, pero a ese sabio le canto yo las cuarenta.


No hay comentarios: