DIARIO CÓRDOBA/ OPINIÓN
01/12/2015
Isabel
Afgüera
Otra ramita de la sierra, donde uno se siente,
abrazado por la madre naturaleza, nada infinita
La paz
--explicaba a mis nietos-- no es bandera blanca en campo de batalla, ni es
rendirse ante el enemigo, tampoco una palabra que esperemos les toque lograr a
otros y nos llegue a nosotros como bendición
del cielo. La paz es tener el coraje de ganar esas batallitas a las que la vida
nos va enfrentando cada día con nosotros mismos y con los demás.
Es cierto que
la paz mundial corresponde a los magnates del mundo, y hoy día lo vemos y lo
oímos en todos los medios. No obstante, los hombres --I. Newton-- construimos
demasiados muros y no suficientes puentes. Y basta reflexionar unos instantes
para comprobar que esto es así. Foros, debates, tertulias y hasta en las colas
del supermercado, la liamos por la menor cosa, y no digamos entre parejas,
hijos, amigos, futboleros etcétera. Nos toca a todos y cada uno crear espacios
de paz, partiendo de que todos somos personas y no ideas, ni fans de unos o de
otros, ni competidores de estadio alguno y sobre todo, no creyéndonos en
posesión de la verdad, descalificando, insultando e incluso agrediendo al que
opina lo contrario.
Pequeños espacios de paz que no serán tales si no van
acompañados de equidad, justicia, solidaridad, respeto, libertad... La paz,
este bien hoy tan anhelado, mas que ganarlo en campos de batalla, hay que
prevenirlo. Es decir, la mejor forma de ganar una guerra es evitarla, algo que
no sucede por mero deseo, sino que como acontece en todas aquellas cosas que
suponen bienes y valores para la humanidad, hay que promover espacios que
favorezcan una cultura de paz en todos los ámbitos, espacios que eduquen con
fines personales y sociales, espacios de convivencia en respeto y fraternidad.
Y yo digo como P. Neruda: No no vengo a resolver nada. Yo vine aquí para cantar y
para que cantes conmigo.
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