Hoy, amigos es
el Día Internacional contra la
Violencia de Género, una lastra que duele en el alma. Maltratar a una mujer es
una infamia y una cobardía.
Tremendas
circunstancias de mi vida, me llevaron, como acompañante, a compartir
habitación en un hospital. Fui testigo de un hecho que resumo en un breve
relato
DOS HOMBRES
Uno, operado de
estómago, malhumorado, se quejaba día y noche, protestaba, exigía, insultaba a
ella, su mujer, discreta, humilde, pasada de carnes y años que sin rechistar lo atendía, mimaba,
soportaba en silencio: lenta, torpe, no sabes, no entiendes, no vales, te
duermes, so trato…! ¡Solo piensas en ti! –repetía-. ¿Qué será de ti, si te
falto?
Una noche, ella
sufrió un desmayo. Se la llevaron con urgencia. Poco después, un profesional
informaba: Su mujer está muy grave. Dice
que usted sabía que le quedaba poco, que el cáncer la tenía invadida, que
estaba en fase terminal…
Él, mascullando
sonidos ininteligibles, sin apear un incontrolable y huraño desabrido, dice al
fin: ¡Claro que lo sabía! Pero, ¿quién me
cuida a mí ahora? ¡Valiente egoísta!
Y yo lo
escuchaba, y lo miraba y para mis adentros decía: ¿qué será de ti sin ella?. Mi
marido, también en fase terminal, escuchaba. Me cogió la mano y
dándome un beso, exclamó: no sufras. Echa la cortina y trata de dormir un rato; estoy bien.
Estas
hojas sin color, mi pequeño homenaje y mi gran reivindicación de lucha contra
esta violencia que, sin piedad, mata a mujeres cada día.
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