Buenos
días, amigos: ayer, repasando archivos y carpetas, encontré una obra inédita
que tengo titulada así, ”Cosas
Pequeñitas”. No la recordaba pero me emocionó volver a leerla. Es por eso que
hoy os traiga uno de sus pequeños
relatos.
Si encontráis alguien que de verdad se alegre
con vuestros triunfos, llore con vuestros dolores,
perdone y olvide posibles errores,
no dudéis en proclamarlo amigo; lo será de verdad.
no dudéis en proclamarlo amigo; lo será de verdad.
AMISTAD
Allí estaba el jardín en la espesa noche, terriblemente fría
y oscura, del pasado sábado como escenario privilegiado de un cuadro tan
dramático y admirable que no sólo atrajo mi atención sino que desafiando frío,
oscuridad, tráfico... quise inmortalizar
en unas casi imposibles fotografías.
La historia del evento, de la que fui
testigo, comenzaba hacia el mediodía: dos perros cruzaban la carretera, justo
en el momento que también yo circulaba por allí. De repente, un coche arrolló a
uno de los perros. El otro, pegado al asfalto, junto al amigo muerto, corría
igual suerte, por lo que, bajándome del coche, arrastré al siniestrado animal
hasta el borde del colindante jardín. Allí
quedaron los dos. Me alejé, me olvidé...
Pero a la noche, al pasar justo por el lugar, observé que el
perro vivo no se había movido: seguía allí, valiente, fiel..., junto a su
amigo. Yo diría que lo velaba, que lo protegía, que tal vez esperaba que se
pusiera de pie y pudieran continuar su camino. Por entre las copas de los
árboles grandes, una preciosa luna casi llena. Por la carretera, riada de
coches. Sumergida en el dramático esplendor del espectáculo, apoyada en una
farola, lanzaba oscuras fotografías.
Cosas tan pequeñitas como para no
gastar “tinta” en ellas, pero confieso que, como hacía en mis años de niña
cuando quería llorar, hubiese deseado encontrar un refugio donde verter mis
lágrimas. Sí, de niña y desde la altura de mi casa, rodeada de tejados, lloraba
en la ingenua creencia de que allí, para
siempre, quedaría aquel fluir de mis
ojos, motivado por minúsculos
aconteceres.
De lo grande, si bien entre falacias,
exageraciones, y malos entendidos, todo el mundo sabe: los medios de
comunicación son como vociferantes
altavoces colocados en la plaza de un
pueblo pero, ¡son tantas las pequeñas grandes cosas que pasan
desapercibidas!
“Yo quiero seguir siendo parte de todo aquello que encuentro en mi
camino”.
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