Siempre quedan ecos
Anochece en la sierra, querido
amigo Javier: Un vientecillo agita las ramas de los pinos, mientras el sol,
como mariposa de mil colores, pliega sus alas por entre las montañas de jaras y
encinas. Una especie de latido conmueve las entrañas del lugar. Por unos
instantes, la naturaleza se torna expectación: pájaros que vuelan, media luna
blanca que empieza a dibujarse en el
cielo; secretos que emergen de los profundos abismos al conjuro de la noche; sombras
que se extienden solemnes en la estampa viva de esta hora, donde yo, nada,
acallo recuerdos y sólo tengo voz para
la nostalgia. Paso tras paso por el camino de polvo, transito sin más
compañía que el sol poniente. Sol que muere allá en el horizonte de pinos
redondos, mientras la luna, ya
rutilante, va siguiendo mi rastro
que busca el yermo negro, garganta que pondrá voz a este embrujo que ha enmudecido, con el
último rayo verde, las alegrías, los colores, la música... de esta fuente viva
que es el pozo, y el chirriar de
cancelas, y el volar de palomos y tus pasos, tus palabras por este camino,
susurros ya pasados.
"¡Ecooo...!
¡Ecooo..!" - estalla, por fin mi garganta, allanando la morada del
silencio, del viento... de los sueños -.
Y el yermo, monstruo bueno, extiende sus brazos a mi tímida voz, que cada vez
más coronada por la luna, se crece, clamando
"¡Ecooo...! ¡Ecooo...!
Y por entre montes, riachuelos, horizontes, hojas
dormidas... el yermo, como un beso que
estallara en mil rutilantes destellos, canta mis palabras al viento: "¡Ecooo..!
¡Ecooo..!" - repite en
sinfonía con esta sierra virgen, nido de
alimañas y bandoleros. ¡Ya no estoy sola! ¡Tengo eco! Sí, un rastro irisa de
luz el camino de retorno; las huellas de la amistad me devuelven la felicidad
por las cosas soñadas que se hicieron realidad por la magia de un repente y en
un repente sin nombre se esfumaron para siempre.
Pero me queda, amigo Javier, el eco de palabras pronunciadas en el amor de los instantes,
siempre queda el rescoldo de sentires compartidos en la paz de los momentos,
siempre queda, alada, vigorosa, como un
bello sueño, la imagen del efímero caminante con una sentida canción: “hombre
pequeñito, déjame volar..”¡Sí, yo pequeñita, te dejo volar!
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