Alcalde y alumnas en la puerta del Ayuntamiento
Queridos amigos. Hoy tengo que hablaros de un gran día, de un
día inolvidable en el índice de mi vida, un día tan tan especial que necesito
tiempo para comprobar que no fue un sueño.
Una antigua alumna y su marido, ambos de Villanueva de la
Reina, pueblo donde ejercí hace unos cincuenta años, me habían anunciado que me
preparaban un gran homenaje –palabra que no me va- para el once de octubre.
¡Bueno, bueno, ni idea de lo que encontré cuando con mis hijos y nietos aterricé en la puerta
del Ayuntamiento! Mis alumnas procedentes de toda la geografía, Barcelona, País
vasco, Madrid, Málaga, etc. etc. al frente de las cuales, un alcalde joven, sencillo, sumamente amable, educado de
nombre Blas Alves Moriano, un hombre
cercano sin más protocolo que el de ser uno más en espera, estaban allí,
apiñados en una ilusión común: aquella
mi llegada que solo puedo calificarla de explosiva e
inenarrable.
En aquel Ayuntamiento que un lejano día tomé posesión,
trasformado en una preciosa casa
consistorial y en un gran salón repleto de alumnas con sus respectivas parejas
mas gente del pueblo, este singular hombre, el alcalde, tomó la palabra y quedé
sorprendida de cómo se había interesado por mi trayectoria y la conocía como si
la hubiese vivido. También yo tuve mis
emocionadas palabras de agradecimiento para todos. Y de manos del alcalde
recibí muy preciados obsequios. Visitamos después, una cálida biblioteca
donde se notaba el empeño por facilitar cultura, lectura… Allí quedaron
algunas de mis obras que no pudieron ser todas, ni mucho menos, pero tenía
empeño en dedicar algunas a tan querido pueblo.
Recorrimos lugar por lugar aquellos tan queridos por mí, como
fueron la casa donde viví, el Centro Escolar, hoy convertido en un gran
Instituto, la parroquia donde fui
durante aquellos años la que acompañaba
con el armónium y mi coro de alumnas
todos los actos religiosos, etc. Allí, mis teatros, belenes, carrozas,
fiestas, atención a jóvenes y adultos,
allí, el que durante 25 años fue mi compañero. Llegué sola y volvía con tres
maravillosos hijos y ocho nietos.
La comida, como acto menos oficializado, fue increíble,
aquellas niñas que un día fueron mis alumnos y que hoy son madres y hasta
abuelas, recordaban y cantaban aquellas letrillas que yo escribía para
excursiones, teatros fiestas, etc.
No sé cómo dar las gracias a tantos honores, abrazos,
regalos… Solo sé que amé a mis alumnas, a un pueblo, a su gente y que jamás he
dejado de recordarlos y quererlos… Hoy
me han devuelto el mil por uno. Gracias
infinitas. Ha sido un día muy importante
en m ivida.
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