La felicidad humana generalmente no se
logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con
pequeñas cosas que ocurren todos los días. / Benjamin Franklin.
También el hacer esta fotografía desde
mi terraza, es un momento de felicidad.
Ayer tarde recordé
la frase citada a propósito de unos momentos de gran felicidad que viví. Nada
de nietos, ni de hijos, ni de loterías,
ni de regalos… Una batata asada fue el motivo que me mantuvo feliz, nostálgica
e ilusionada a un tiempo.
Sí,
habéis leído bien: una batata asada, rezumando gotitas de miel con ese olor a
hogar, familia, a otros tiempos que se hacían presentes en mis manos. Aquellas
pequeñas que cada tarde, se llegaban a
la humilde casa de mi hospedaje en aquel pueblo y envueltas en servilletas de
cuadros, me llevaban batatas recién sacadas del horno.
Y aquellos años de mi
infancia en los que mi madre nos sorprendías las Navidades con batatas en
almíbar,
Y mis hijos pequeños alrededor del
horno casero, exclamando: ¡ya huelen!
¡Qué olor, qué sabor, que gusto tener una batata asada y calentita entre las manos!
¡Qué milagro
del repente de un Dios que me soñó una
noche de primavera y me proveyó de una mochila
repleta de sueños!
¿No veis cómo la rosa antes de marchitarse inunda de
polen el aguijón de las abejas? Así, queridos amigos, así, con momentos de
felicidad, valorando hasta esta pequeña gran cosa de saborear una batata,
impregnemos de amor, de felicidad nuestros
momentos presentes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario