Amanece un nuevo día y seguirá amaneciendo durante trescientos sesenta y cinco días con el apellido dos mil quince. ¡Ojalá al atardecer de la vida, sigamos "amaneciendo"
Queridos amigos: Romper
moldes es un
riesgo, pero sin comparación lo es más el pasar por la vida, corto paseo al
atardecer de un bello día, sin colaborar a la creación que somos de un Dios que
nos dejó una cuenta sin saldar: la de "recrearnos" con nuestras
capacidades individuales, con nuestros acaeceros, cotidianidades... con nuestro
singular proyecto.
Cuenta pendiente que no hay que olvidar
porque, al otro lado, se nos espera crecidos, porque Dios dijo: Creced y
multiplicaos.
Y Dios no impondría jamás tal deber
si no fuera posible cumplirlo, porque el hombre se multiplica, no sólo por la
especie, sino, ante todo por sus obras que se esparcen como el polen con el
viento y fecundan a cuántos, ávidos de ellas, les impregna su perfume.
Que sepamos, cada día de este nuevo año, estrujad la vida
y del agridulce que abstengamos, sepamos extraer el dulce y compartirlo; el agrio, el amargo, tragándolo
como podamos porque casi nadie querrá saber de él. Cada día perdido en las
distracciones que ofrece el camino, es irrecuperable; basta mirar la fecha del
almanaque.
Pero, sobre todo, basta recordar el
día de ayer para caer en la cuenta de que ya es una vieja historia escrita,
bien en nuestro haber, bien en nuestro saldo.
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