QUE SE MUERA LA GUERRA
Queridos amigos: no sé si os interesará
saber cómo nace y crece una novela, un relato, etc. Han sido muchos los jóvenes
aficionados que me han formulado esta pregunta: ¿cómo puedo empezar? Etc.
Hoy os transcribo como nació y creció
una novela que escribí hace unos años y que trato de actualizar para vosotros.
La titulé así: Que se muera la guerra. La presenté al Premio Lazarillo y se
quedó entre las últimas finalistas. Si
os resulta interesante, puedo seguirla, aunque la simultanee con otras cositas
ASÍ PUEDE NACER UNA NOVELA
Anécdota desencadenante: Fue una
madrugada hace tiempo. En la cafetería de una gasolinera, escuché como un grupo
de chicas, que salían de la discoteca cercana hablaban. Una decía: ¿Sabes, Zora, que Pedro, el chico con el
que has bailado, se va a Irac? La
tal Zora, muy sorprendida, exclamó: ¿pero qué dices? No puede ser. Pues, lo siento
pero así es. Se va voluntario por seis meses y luego, si quiere, puede seguir.
¿Y a qué va allí? ¡A la guerra, ¿a qué va a ir? Volví la cabeza y vi como
la chica llamada Zora, guarda silencio y
se limpiaba lágrimas con un kleenex
Me fui a casa sin dejar de pensar e
incluso empatizar con los sentimientos de aquella chiquilla que lloraba, como
hubiera llorado yo al saber que podía perder a alguien que me importara, aunque
fuera por poco tiempo. Como si me hubiese fundido con ella, me preguntaba: ¿qué
podría hacer yo para conectar con alguien que está lejos? ¿Teléfono? Aunque
pudiera conseguir su móvil, ¡para qué con lo caras que dicen son las llamadas
al extranjero! Pero, además, ¡si ni tan siquiera sabía su nombre! ¿Escribirle
cartas? Podía ser, pero; a quién y
adónde las dirigía? Algo me dolía
profundamente.
Fue entonces, cuando me surgió la idea
de escribir aquel relato a mi manera, basándome en lo que había oído, y escribir
cartas en las que le dijera todo lo que
pensaba y sucedía, aunque, eso sí,
tendría que guardarlas para cuando volviera, si es que volvía a verlo.
Comencé por informarme exhaustivamente
de la noticia de aquel reemplazo que iba a salir para Irac. Busqué poner cara a
los protagonistas, porque nadie puede inventar una cara de carne y hueso. Así
que pensé en chico y chica que yo conocía bien, tanto su físico como sus sentimientos. Tenía
ya noticia y personajes, pero, de su realidad tan solo conocía las palabras de
aquellas chicas en la cafetería. Tendría que crear ambientes, circunstancias,
conversaciones, familias, vidas en definitiva. etc.
Busqué y seleccioné vocabulario de
adolescentes.
Me informe sobre grupos musicales favoritos de los
adolescentes, lecturas, medios de comunicación, redes sociales, etc.
Fui, durante un tiempo, anotando ideas,
observando a chicos adolescentes, entre ellos a mis propios nietos:
conversaciones, gustos y hasta secretos.
Un laberinto de ideas corrían por mi
cabeza con urgencias para salir fuera. Pero, ¿cómo ordenarlas? ¿Qué técnica me
resultaría más cómoda y apropiada? Opté, como pensé, por la epistolar y en
primera persona.
¿Y cómo llamar a mi novela? Mejor –me
dije-, empezar a escribir y el título me saldría solo.
Y comencé a escribir, notando que la
creación corría como si fuera estirando de un ovillo. corregí unas pocas de veces:
busqué palabras repetidas para sustituirlas, también sustituí palabras vulgares
por seudónimos más originales, eliminé
palabras o frases que no añadían nada, eliminé también preposiciones que no
eran necesarias, descripciones y frases
largas, puntos, comas, etc.
Leí y releí en voz alta para oír la
musicalidad, el ritmo de la lectura y se
lo leí a mi nieto adolescente observando dónde radicaba el interés y dónde la
indiferencia, así como tomando nota de
las interrogantes que me suscitó.
Cuando, al fin, estaba casi satisfecha,
pensé que era necesario un breve prólogo
que pusiera situar al lector. Así que escribí el siguiente: A blue night... ¡Oh, noche azul!. Ese será
el gran día que, al fin, se invente la paz. El día que los hombres del mundo
dejen de matarse y se abracen como hermanos. El día que para siempre se muera
la guerra y se invente la paz. Esa será la mágica noche azul que sueño, en la
que tú y yo nos diremos: ¡Hola! Se murió
la guerra. Amén.
Hasta aquí todo real. Mi primera carta,
si os interesa, es ya pura creación como el resto de la novela.
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