Preciosa luna entre las plantas d mi terraza
DIARIO
CÓRDOBA / OPINIÓN
ISABEL
AGÜERA
Ya estamos
en otoño. No obstante, la cara del verano persiste y de ahí esta última lectura
de lo que nos queda de este prologado veranillo.
En el
Evangelio de San Mateo, los apósteles preguntan a Jesús por qué habla en
parábolas. Él responde: «Porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden».
De ahí que
mi artículo de hoy sea una parábola para el que quiera y sepa entender, que
sepa y entienda.
En un
pueblo organizaron, a nivel nacional, una gran cacería, cuyo trofeo como premio
era de incalculable valor. De ahí que acudieran los más afamados cazadores del
país que amigablemente se saludaban y se deseaban lo mejor. Llegada la hora, y
conocedores de sus respectivos puestos, el chasquido de la cuerna fue la fogosa
salida de cazadores. Pasados unos instantes, entre ladridos de perros y
atronadores sonidos ininterrumpidos de tiros, el jurado aventuraba una
excelente cosecha de piezas alcanzadas. Pasaron las horas, y los disparos y
ladridos de perros amainaban en presagios del final del día. A la caída de la
tarde, la cuerna daba por terminada la cacería.
En una
gran explanada de la finca, el jurado esperaba impaciente, el resultado en
piezas alcanzadas, pero pasaba el tiempo y solo se escuchaba el ligero
movimiento de zarzas, pinares, arbustos y fronda del lugar que el viento
suavemente agitaba. No entendiendo qué pasaba, operarios de la organización se
lanzaron a la búsqueda de cazadores. Atónitos, encontraron a todos muertos por
tiros de rifles. Sí, en torno a lograr el trofeo, se habían ido eliminando unos
a otros hasta quedar todos muertos.
El que tenga
oídos y vista que oiga y vea qué cacería estamos celebrando, hoy, en España.
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